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La historia de la pandemia del COVID-19 en nuestro país, hay que escribirla con letras de sangre en folios blancos empapados de lágrimas. Debajo de las frías cifras de muertes y contagios, se encuentras las miles de vidas de seres humanos que, desde su ingreso en los hospitales, han sentido un miedo atroz y una terrible soledad, que la información y propaganda política han procurado no desvelar e intentado encubrir, organizando, ahora, unos funerales de Estado por las víctimas anónimas de la pandemia como un homenaje similar al de la tumba del soldado desconocido.
Estratagema política para evitar personificar las consecuencias luctuosas de la barbarie.
Hay que leer el testimonio estremecedor de la Doctora intensivista Inma Fernández, del Hospital Puerta de Hierro de Madrid, entrevistada por Juan Cruz en el diario El País, de fecha 09-05-2020, que declaraba: “Los pacientes llegaron a riadas y algunos gritaban, cuando sabían que era de la UCI: ¡Por favor, sálvame, llévame contigo!. Y lo peor era el miedo de los pacientes. Que hubieran muerto con ese miedo es la peor sensación que ahora soy incapaz de darle vuelta a este horror”.
El Dr. Cañizo, del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, reconocía en El País semanal de ayer que “en los hospitales, por falta de respiradores, los médicos se han visto obligados a elegir entre enfermos que tendrán más probabilidad de sobrevivir con respirador y los que tienen menos”, convirtiéndose, así los facultativos, a su pesar, en dioses dadores de la vida y de la muerte.
Y en el otro escenario del dolor, las familias de los enfermos, confinados en sus casas, asisten impotentes y desesperados por la incertidumbre sobre el estado de los contagiados, esperando acongojados la llamada del teléfono que, cuando suena con la fatídica noticia, se desploman las esperanzas y se crea un vacío inconsolable por no hacer podido dar el último adiós a su ser querido.
Sabemos que el culpable de estas muertes es el Coronavirus, pero ello no exime de responsabilidad a los políticos de uno y otro signo, que, enfrascados en sus disputas partidistas no se percataron del peligro que acechaba ni supieran gestionar con eficacia esta crisis.
Los insensatos recortes en sanidad, los dispendios excesivos en sueldos, fiestas y otros menesteres menores y la falta de previsión en dotaciones de equipamientos sanitarios y protectores han pasado la factura ahora a todos los españoles.
Y mientras la gente se muere, la verborrea de los dirigentes públicos, resulta patética y esclarecedora de que el único interés que les mueve es mantener la poltrona de su cargo.
En la vida real los sanitarios y demás trabajadores de los servicios esenciales, con puestos de trabajo precarios y sueldos ínfimos, luchan abnegadamente contra el virus contagioso, intentando salvar vidas humanas, con grave riesgo de la suya. Y lo hacen con carencias de recursos hospitalarios e insuficientes medidas de protección personal, que han convertido a España en un paisaje de desolación y dolor, como demuestran los dados conocidas hasta este domingo:
Contagiados: 224.390
Fallecidos: 26.671
Ingresados: 122.730
Sanitarios enfermos: 48.046
Y aunque de esta debacle existen responsables con nombre y apellidos, pronto se echará un tupido velo sobre la misma, las aguas de la política volverán a su cauce y los responsables de tanto dolor “se irán de rositas”, mientras el sufrido pueblo español, será una vez más, recompensado y narcotizado con la socorrida política de “pan y circo”, tan apropiada en estas circunstancias.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado…….¡VERGÜENZA!
En Aranda de Duero a 11 de mayo de 2020
Fdo: J.A. Holgado de Antonio
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