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La Virgen de los huesos podría pasar por una magnífica novela negra o policíaca: con su trama muy bien construida y con su intriga...
También podría considerarse como una estupenda novela histórica sobre las consecuencias de la guerra civil y los primeros años de la posguerra: admirablemente bien documentada, pero donde la tramoya de los acontecimientos históricos no ahoga la intrahistoria de los personajes de la novela, muy creíbles, muy de carne y hueso.
Y podría estimarse, sin duda, como una gran novela local sobre Aranda y su comarca e incluso sobre la zona rural castellana de los años 40, porque plasma de un modo magistral el estilo de vida de un pueblo grande de aquella época...
Pero la Virgen de los Huesos es mucho más que un mero cuadro de costumbres de un periodo y lugar concretos; y no se restringe tampoco a una novela histórica bien ambientada; ni se agota en una trama detectivesca, por muy logrado que esté el suspense ante la incertidumbre de la acción dramática...
La Virgen de los Huesos no es solo un notable afluente del género novelístico negro o del subgénero de la novela histórica o una novela local o costumbrista que nos emociona a los lugareños, al reconocer en ella nuestros escenarios cotidianos hace 80 años...
No es un gran afluente de un subgénero novelístico específico o particular; nos hallamos, más bien, ante un gran río, ante una gran novela. De tal modo que no sólo merece estar en el listado de las novelas policíacas selectas o en el inventario de las novelas históricas meritorias o, por supuesto, en la antología de las narraciones ambientadas en Aranda y su comarca… que, obviamente, lo merece todo ello. Sino que yo considero que tiene un lugar entre la literatura novelística destacada de estas primeras décadas del siglo XXI… precisamente por la confluencia armónica de esos distintos registros, a modo de un acorde musical… que, como sabemos, es mucho más que la mera suma de notas o instrumentos interpretados al unísono.
Otro valor de esta novela es el dominio del lenguaje, sobre todo la concisión en la expresión lingüística: con unas leves pinceladas -como el que no quiere la cosa-, por ejemplo, realiza una demoledora crítica a los golpistas o sublevados.
Y, finalmente, quiero resaltar lo que yo considero más importante de esta novela y de su autor, Guillermo Galván: que tiene lo que los flamencos llaman "pellizco": esa extraña capacidad de transmitir sentimientos con autenticidad y hondura, de conmoverte y atraparte y hasta punzarte la piel.
Por todo ello, y aunque la Virgen de los Huesos –afortunadamente- forme parte de una serie novelística, constituye, sin duda, una novela fuera de serie. Les invito a comprobarlo.
José Eugenio Abajo, del Club de Lectura de la Librería Todo Libro
P. D.: Dedico esta reseña a mi tía Melcho, fallecida hace nos días, algunas de las últimas conversaciones que mantuve con ella –siempre lúcida, a sus 95 años- fue sobre aspectos de esta novela: el campo de refugiados de la Estación (donde había un preso de su pueblo, Zuzones, al que lavaban todas las semanas la ropa, “llena de piojos”), el cuartel de los carabineros (situado en frente de su casa de la calle del Burgo de Osma), la Fonda Arandina, el Frontón, el Albergue…
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