El caldero de las letras
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El origen de los fueros de Tórtoles
Tras ocupar las huestes castellanas la ansiada línea fronteriza de la cuenca del Duero, el conde Munio Núñez va a recibir la encomienda del rey, García I de León, para repoblar y organizar política y socialmente Roa y las poblaciones del entorno.
Durante la invasión musulmana muchos de estos lugares se habían quedado semi despoblados y sin orden político debido a la masiva huida de nobles y clérigos hacia el norte.
Los cristianos que no se exiliaron tuvieron que someterse a las leyes impuestas por sus nuevos amos, en las que se vieron obligados a pagar el impuesto discriminatorio de la "yizia" si querían conservar su fe y obtener una mínima protección del Estado Islámico contra agresiones exteriores. Algunos pequeños grupos de población prefirieron sobrevivir aislados en los montes o escondidos en la espesura de recónditos valles.
La revuelta bereber que se produjo en Al-Andalus, en torno al año 740 contra el califato omeya, obligó a las guarniciones musulmanas que custodiaban la cuenca del Duero y del Esgueva a replegarse hacia el sur, dejando una franja territorial entre las dos líneas de frontera no reconocida como propia ni por los cristianos ni por musulmanes (tierra de nadie). Estos abandonos van a propiciar la ocupación de alodios por intrépidos colonos norteños y mozárabes que acogiéndose al derecho de presura van a establecerse por su cuenta formando nuevos núcleos de población o en antiguos lugares estratégicos con escasa población, como sería el caso de Tórtoles.
La afluencia variada de estos nuevos pobladores va a marcar un nuevo carácter sociocultural y profesional en la población. Por lo que respecta a la toponimia de Tórtoles aún figuran algunas nomenclaturas arabescas en sus términos como: Las Atalayas, Guademella, Fuenguademella, La Fuente de la Mora… Curiosamente en uno de los callejones sin salida que hay detrás de la iglesia, lo que antaño debió ser un arrabal, existe un barrio desde hace siglos al que se le conoce con el nombre de "La Puebla". A medida que se iban acoplando los nobles en las nuevas tierras, estos propietarios alodiales sucumbirían al dominio del poder feudal y se verían obligados a convertirse en behetrías.
Desde el primer tercio del siglo X, Tórtoles va a estar bajo la jurisdicción de los condes de Castilla, ellos también serán los poseedores de los derechos señoriales hasta la anexión de este condado al reino de Pamplona, dónde la villa pasará a ser feudataria del rey Sancho III.
"El murallón", resto de muralla que llegaba hasta la Puerta del Sol. Entre medias había un pilón con frontal de sillares que destruyeron a principios de los 70 del pasado siglo.
Son tiempos convulsos y el azote musulmán aún está presente, razón por lo que la población va a fortalecerse amurallando su perímetro con cercas, tres portaladas y un murallón, algo más tarde se construirá la torre fortaleza. Existe la posibilidad de que los habitantes de las poblaciones y granjas cercanas a Tórtoles, Santa María de Corneganos, Los Casares, El Portillejo, entre otras, mantuvieran algún tipo de pacto de protección o de cobijo intramuros ante las posibles razzias musulmanas. Con los años estos predios pasarán a formar parte del amplio acervo del señorío de Tórtoles.
Torre fortaleza que perteneció a la familia de los Lara.
Durante el reinado de Alfonso VI la villa vuelve de nuevo a los Lara a través de Ermillo Rodríguez, mayordomo real y desposado con una descendiente de la familia Condal castellana. Ambos van a recibir la villa con sus heredades y privilegios como gratitud del monarca por los buenos servicios prestados a la Corona. Entre estos privilegios estaban: la fonsadera, la exención de la jurisdicción inmediata del rey, el yantar…
Ermillo Rodríguez va a ser el primero de la saga de los Armildez de Toledo como poseedor de la villa de Tórtoles. Uno de sus últimos descendientes, María Armildez, junto a su esposo, Gonzalo Pérez de Torquemada van a fundar para Tórtoles el monasterio de Santa María la Real de monjas benedictinas en el año 1199. Durante más de quinientos años este monasterio percibirá los derechos de la villa, igualmente tendrá la jurisdicción civil y criminal, alta, baja, "mero et mixto imperio". La abadesa como señora tenía potestad para nombrar alcaldes ordinarios, alguacil, merino...
Monasterio de Santa María la Real, de monjas benedictinas. Construido por Gonzalo Pérez de Torquemada y María Armildez en el año 1199.
Las buenas relaciones existentes entre Gonzalo Pérez de Torquemada y Alfonso VIII, van a facilitar que el monarca revalide por diploma los privilegios y las exenciones concedidas por Alfonso VI a los predecesores de María Armildez. Del mismo modo los fundadores conseguirían la protección real para el señorío de la abadesa. Igualmente iban a lograr que el monasterio quedase bajo la defensa y el amparo de la Santa Sede. Para legitimar la posesión, el papa otorgará dos bulas apostólicas a favor de la fundación monástica. Paralelamente se van a establecer los fueros municipales de la villa: " No tienen cabeza de martiniega. Paga marzadga a la abadesa cada año. El que tiene cincuenta maravedís en mueble, paga tres maravedís. Cada vecino (unidad familiar) entregará tres cántaras de mosto al año con un dinero y tres panes. Cada vecino tiene que trabajar ocho días de trabajo con sus yuntas, el que no tenga animales ayudará con su cuerpo dos días más.
Al rey pagarán con moneda y servicios cuando los otros de la tierra."
En adelante la abadesa se va a encargar de que los futuros monarcas continúen ratificando las exenciones y derechos del señorío.
Libro Becerro de las Behetrías de Castilla encuadernado en piel de ternero. Se encuentra en la Chancillería de Valladolid.
En el año 1352, Pedro I de Castilla mandó escribir el famoso libro Becerro de las behetrías. Estos fueros permanecerán inalterables hasta la abolición del régimen señorial en España que se aprobó por primera vez en las Cortes de Cádiz el 18 de marzo de 1812, hasta su definitiva puesta en vigor, el 26 de agosto de 1837.
Tras ocupar las huestes castellanas la ansiada línea fronteriza de la cuenca del Duero, el conde Munio Núñez va a recibir la encomienda del rey, García I de León, para repoblar y organizar política y socialmente Roa y las poblaciones del entorno.
Durante la invasión musulmana muchos de estos lugares se habían quedado semi despoblados y sin orden político debido a la masiva huida de nobles y clérigos hacia el norte.
Los cristianos que no se exiliaron tuvieron que someterse a las leyes impuestas por sus nuevos amos, en las que se vieron obligados a pagar el impuesto discriminatorio de la "yizia" si querían conservar su fe y obtener una mínima protección del Estado Islámico contra agresiones exteriores. Algunos pequeños grupos de población prefirieron sobrevivir aislados en los montes o escondidos en la espesura de recónditos valles.
La revuelta bereber que se produjo en Al-Andalus, en torno al año 740 contra el califato omeya, obligó a las guarniciones musulmanas que custodiaban la cuenca del Duero y del Esgueva a replegarse hacia el sur, dejando una franja territorial entre las dos líneas de frontera no reconocida como propia ni por los cristianos ni por musulmanes (tierra de nadie). Estos abandonos van a propiciar la ocupación de alodios por intrépidos colonos norteños y mozárabes que acogiéndose al derecho de presura van a establecerse por su cuenta formando nuevos núcleos de población o en antiguos lugares estratégicos con escasa población, como sería el caso de Tórtoles.
La afluencia variada de estos nuevos pobladores va a marcar un nuevo carácter sociocultural y profesional en la población. Por lo que respecta a la toponimia de Tórtoles aún figuran algunas nomenclaturas arabescas en sus términos como: Las Atalayas, Guademella, Fuenguademella, La Fuente de la Mora… Curiosamente en uno de los callejones sin salida que hay detrás de la iglesia, lo que antaño debió ser un arrabal, existe un barrio desde hace siglos al que se le conoce con el nombre de "La Puebla". A medida que se iban acoplando los nobles en las nuevas tierras, estos propietarios alodiales sucumbirían al dominio del poder feudal y se verían obligados a convertirse en behetrías.
Desde el primer tercio del siglo X, Tórtoles va a estar bajo la jurisdicción de los condes de Castilla, ellos también serán los poseedores de los derechos señoriales hasta la anexión de este condado al reino de Pamplona, dónde la villa pasará a ser feudataria del rey Sancho III.
"El murallón", resto de muralla que llegaba hasta la Puerta del Sol. Entre medias había un pilón con frontal de sillares que destruyeron a principios de los 70 del pasado siglo.
Son tiempos convulsos y el azote musulmán aún está presente, razón por lo que la población va a fortalecerse amurallando su perímetro con cercas, tres portaladas y un murallón, algo más tarde se construirá la torre fortaleza. Existe la posibilidad de que los habitantes de las poblaciones y granjas cercanas a Tórtoles, Santa María de Corneganos, Los Casares, El Portillejo, entre otras, mantuvieran algún tipo de pacto de protección o de cobijo intramuros ante las posibles razzias musulmanas. Con los años estos predios pasarán a formar parte del amplio acervo del señorío de Tórtoles.
Torre fortaleza que perteneció a la familia de los Lara.
Durante el reinado de Alfonso VI la villa vuelve de nuevo a los Lara a través de Ermillo Rodríguez, mayordomo real y desposado con una descendiente de la familia Condal castellana. Ambos van a recibir la villa con sus heredades y privilegios como gratitud del monarca por los buenos servicios prestados a la Corona. Entre estos privilegios estaban: la fonsadera, la exención de la jurisdicción inmediata del rey, el yantar…
Ermillo Rodríguez va a ser el primero de la saga de los Armildez de Toledo como poseedor de la villa de Tórtoles. Uno de sus últimos descendientes, María Armildez, junto a su esposo, Gonzalo Pérez de Torquemada van a fundar para Tórtoles el monasterio de Santa María la Real de monjas benedictinas en el año 1199. Durante más de quinientos años este monasterio percibirá los derechos de la villa, igualmente tendrá la jurisdicción civil y criminal, alta, baja, "mero et mixto imperio". La abadesa como señora tenía potestad para nombrar alcaldes ordinarios, alguacil, merino...
Monasterio de Santa María la Real, de monjas benedictinas. Construido por Gonzalo Pérez de Torquemada y María Armildez en el año 1199.
Las buenas relaciones existentes entre Gonzalo Pérez de Torquemada y Alfonso VIII, van a facilitar que el monarca revalide por diploma los privilegios y las exenciones concedidas por Alfonso VI a los predecesores de María Armildez. Del mismo modo los fundadores conseguirían la protección real para el señorío de la abadesa. Igualmente iban a lograr que el monasterio quedase bajo la defensa y el amparo de la Santa Sede. Para legitimar la posesión, el papa otorgará dos bulas apostólicas a favor de la fundación monástica. Paralelamente se van a establecer los fueros municipales de la villa: " No tienen cabeza de martiniega. Paga marzadga a la abadesa cada año. El que tiene cincuenta maravedís en mueble, paga tres maravedís. Cada vecino (unidad familiar) entregará tres cántaras de mosto al año con un dinero y tres panes. Cada vecino tiene que trabajar ocho días de trabajo con sus yuntas, el que no tenga animales ayudará con su cuerpo dos días más.
Al rey pagarán con moneda y servicios cuando los otros de la tierra."
En adelante la abadesa se va a encargar de que los futuros monarcas continúen ratificando las exenciones y derechos del señorío.
Libro Becerro de las Behetrías de Castilla encuadernado en piel de ternero. Se encuentra en la Chancillería de Valladolid.
En el año 1352, Pedro I de Castilla mandó escribir el famoso libro Becerro de las behetrías. Estos fueros permanecerán inalterables hasta la abolición del régimen señorial en España que se aprobó por primera vez en las Cortes de Cádiz el 18 de marzo de 1812, hasta su definitiva puesta en vigor, el 26 de agosto de 1837.
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