|
"Uno de los mayores errores que puede cometer una comunidad es dejarse perder su identidad sociocultural y, peor aún, si no tiene interés por recuperarla como es el caso de la villa de Tórtoles".
Según el Diccionario de la de la Técnica del Renacimiento (DICTER), "se denominaba pelaires exclusivamente a los que cardaban los paños, sacándoles brillo y les cortaban el pelo una vez que estos volvían del batán. Igualmente se les llama así a los bataneros, e incluso les identificaban en ambos oficios"
Con este apelativo también se les conoce tradicionalmente a los vecinos de Tórtoles y, hace referencia al colectivo de profesionales que desde tiempos inmemorables realizaron esta actividad en la villa. Con los años marcarían una nueva estructura socioeconómica y cultural en la población.
Esta villa llegó a ser una de las poblaciones del sur de la provincia de Burgos que más y mejor supo adaptarse al nuevo sector manufacturero de la lana y el cáñamo, desarrollando un reconocido centro de producción textil. La afirmación no carece de fundamento, puesto que hay suficientes elementos que lo avalan. De estos, vamos a destacar tres de los más significativos: el primero, podemos considerar el aprovisionamiento y la disponibilidad de la materia prima para satisfacer la demanda. Esta lana principalmente se obtenía de los rebaños de ovejas merinas trashumantes que atravesaban la Cañada Real Burgalesa a su paso por Tórtoles. También la van adquirir del ganado local que albergaba la raza churra. (En este apartado aparece la figura del tratante de lana, un mercader oportunista, que se beneficia comprando la lana a los dueños de grandes rebaños para después revenderla a los maestros pelaires). No siempre dependían de estos mercaderes, con los pequeños ganaderos podían negociar directamente.
Igualmente se iban a proveer de la fibra del cáñamo que los vecinos cultivaban en las tierras más fértiles, llamadas cañamares. En el ámbito doméstico muchas familias procesaban manualmente el hilo del cáñamo con el uso y la rueca.
En el segundo, podemos apreciar el establecimiento de profesionales del gremio lanero en la villa, emigrados de otros centros que mejorarán el funcionamiento y la producción: bataneros, tejedores, cardadores… Algunos eran pastores trashumantes contratados para hacer las labores más básicas, de hecho ya estaban familiarizados con el proceso manual de la lana que ellos llevaban a cabo en los esquiladeros, majadas y lavaderos.
Sin duda, la ventaja de disponer de dos batanes iba a ser el elemento más relevante.
El de arriba se hallaba enclavado en una pradera junto a una presa cercana al recinto amurallado del monasterio de Santa María la Real. Está presa se abastecía del arroyo "Del Convento", que cruzaba por la pradera hasta llegar a la villa. El edificio se había levantado con muros de piedra. El tejado, a un agua, con ripia y teja árabe. En la actualidad sólo quedan restos de paredes arruinadas, lo demás está invadido por la maleza. La presa y el canal de entrada aún existen, aunque están abandonados a merced de la naturaleza.
Canal de la presa al batán
El otro batán estaba situado a la entrada de la población, muy cercano a la parte alta del pretil. Se alimentaba del mismo arroyo, que venía canalizado por debajo de la puerta de Santa María. La edificación también era muy sencilla, con la base de piedra rústica y la fábrica de adobe. El tejado se había hecho como el anterior.
(Actualmente ya no queda nada de este batán, los últimos vestigios incluido el mecanismo y la rueda hidráulica fueron destruidos y sepultados en la década de 1970).
A partir de la mitad del siglo XV, se va a crear un fuerte vínculo industrial entre los mercaderes de las ciudades y las industrias manufactureras rurales; igualmente la villa de Tórtoles. En ocasiones los grandes productores laneros, les harán entrega de la materia prima a los maestros pelaires para que les elaboren sus paños. Una vez finalizados estos les recogerán la mercancía. Otros mercaderes van a contratar el producto semiacabado donde el tintado, y a veces el tundido, lo terminarán ellos en sus centros de producción.
Huso y rueca
mantas de Tórtoles
Los paños fabricados normalmente se cobraban por piezas terminadas o semi acabadas.
Cabe señalar que según las normativas de la Corona de Castilla de 1500, los paños tejidos debían de tener como mínimo cuarenta varas. Una vez abatanados quedarán reducidos a la mitad.
Igualmente nuestros pelaires atendían al consumo local y al resto de otras comarcas colindantes, en el abatanado de los, sayales, burieles, estameñas, mantas…
El mayor auge de la producción pañera de Tórtoles se produjo entre los siglos XVI y XVII, razón por la que se van a poner en marcha tres nuevos batanes. (ya desaparecidos). Estos, se instalaron en el arroyo que baja desde la fuente de la villa hasta el "Arroyo de Hornos", aprovechando su abundante caudal de agua que transcurre constantemente. El primero se instaló junto a los cañamares, antes de llegar al camino de "Las Pozas". Estaba al aire libre y pertenecía a diferentes vecinos de la villa. El segundo quedaría instalado al lado izquierdo donde el arroyo cruzaba el camino de "Las Pozas". Este batán pertenecía al monasterio de Tórtoles, y mantenía las mismas características constructivas que los anteriores.(Como curiosidad cuentan los veteranos de la localidad que en el año 1907 una mujer escondió durante varios días el cadáver de su marido en la cuba de este batán. Naturalmente en esta fecha ya estaba fuera de servicio).
El tercero se montó un poco más abajo, donde el terreno hace un cambio brusco de nivel estaba al aire libre y pertenecía a otros vecinos.
Con la implementación de estos tres batanes también va a aumentar considerablemente el número de telares y el de familias que se van a dedicar a este sector. Acababa de nacer una seña de identidad socio-cultural, Tórtoles ya es una villa pelaire y su industria textil empieza a ser reconocida en Castilla.
En el siglo XVIII, aunque sigue manteniendo la actividad, empieza a notarse cierta decadencia en la fabricación manufactura de Tórtoles que seguirá funcionando, pero ya en una línea más baja que en los siglos anteriores. En el Catastro del Marqués de la Ensenada del año 1754, podemos ver que hay cuatro batanes fundados sobre el arroyo que llaman de Hornos y la fuente de la villa. (Por la razón que fuera, observamos que no hace mención al batán de arriba). Sí hace referencia a la relación de trabajadores y oficios vinculados a este sector: entre bataneros, peinadores, cardadores suman veinticinco; siete tejedores de estameña ordinaria casera, sayal y lienzos, seis tejedores de burieles, cuatro sastres, que confeccionan lo mismo en paño que en cáñamo: camisas, fajas, delantales, anguarinas, jubones… El jornal de cada profesional de estos oficios estaba tasado en cuatro reales diarios.
A partir del siglo XIX se inicia un proceso lento de declive, aunque aún sigue latente la industria textil de Tórtoles. La guerra de la independencia y las contiendas civiles lastraron considerablemente la demanda de productos. La recesión económica traerá consigo la supresión de los últimos tres batanes. El cáñamo volvería a ser el recurso de muchas gentes de la villa para sobrevivir.
En el año 1840, se pondrá en marcha una pequeña fábrica de tintes, junto al camino "Del Paseo", que subía desde la Puerta del Sol hasta la esquina del Camino Hondo. (En la fachada actual, aún se conservan algunos sillares en las puertas y ventanas de la antigua edificación. Del padrón general de vecindario de Tórtoles de 1840, podemos comprobar que entre los vecinos hay: dos cardadores (bataneros) treinta tejedores y cuatro tintoreros. El diccionario de Pascual Madoz del año 1845-1850, sobre la industria textil de Tórtoles dice así: "Industria, siete batanes, una fábrica de tintes de todos colores para bayetas y estameñas. Varios telares para mantas sayales y lienzos de lino y cáñamo del país". (Creemos erróneo el dato que nos da Madoz sobre los siete batanes, consideramos que la información no se ajusta a la realidad).
En el padrón de vecinos del año 1890, vemos cómo ha descendido considerablemente el número de trabajadores que se dedican al sector textil; solamente aparecen cuatro vecinos entre pelaires y tejedores. Las famosas mantas de Tórtoles, que fueron populares en toda la comarca, sobrevivirán hasta el final.
Esta pequeña industria, al no reciclarse entre los siglos XIX y XX, acabaría sucumbiendo al inevitable empuje de las nuevas tendencias. La falta de inversión y de apoyo de las instituciones, serán la causa definitiva de su desaparición. En la década de 1960, se dejó de escuchar para siempre el golpe seco del último batán.
Restos de la antigua fábrica de tintes
|
|