|
|

El acoso escolar no es un fenómeno nuevo. Lo que sí es nuevo es que hoy empezamos, por fin, a ponerle nombre. Porque hace años, cuando una compañera era marginada por ser diferente, cuando un niño era objeto de burlas día tras día o cuando la hija de la profesora hacía y deshacía en el aula con total impunidad, burlándose de sus iguales, se decía por el director de turno simplemente que eran “cosas de niños”, por más que lo vieran.
He pasado por varios colegios en Aranda ( Castilla, Simón de Colonia, Claret, Sandoval y Rojas ) y en todos, sin excepción, vi situaciones de acoso, permitidas por su profesorado. En uno incluso, todo el centro escuchó que una alumna estaba liada con "x" profesor, era tal el ruido que imposible que el claustro no lo escuchara. Volviendo a las situaciones de acoso algunas las viví, otras las presencié. Y aprendí que el silencio, ese silencio cómplice de quien mira hacia otro lado, es también una forma de violencia.
Hoy, más fuerte, menos niña, y también siendo una mujer con opiniones (esto no gusta mucho en Aranda de Duero), no quiero que nadie vuelva a normalizar lo que nunca debió ser normal. Pido a los profesores y las profesoras que no cierren los ojos ante los insultos o las exclusiones, que no confundan disciplina con indiferencia ni educación con pasividad. Que entiendan que su papel no termina en el aula: empieza allí, pero su responsabilidad se extiende a proteger, a escuchar, a actuar.
También quiero dirigirme a nuestros responsables públicos. Porque el acoso escolar no se combate solo desde los pupitres, sino desde las instituciones. En Aranda necesitamos que los servicios sociales trabajen de manera más activa y con más medios en programas de prevención, que se coordinen centros, familias y administraciones. Y necesitamos, sobre todo, ejemplo.
Porque ¿cómo van a aprender nuestros hijos e hijas el respeto si en los plenos municipales lo que se impone es el insulto, el desprecio y la falta de diálogo? La crispación política, esa que se ha convertido en rutina, está enseñando a las nuevas generaciones que gritar más alto es mejor que escuchar o incluso que el discurso de odio y racismo es permitido hasta en las altas esferas.
He visto a profesores pasar por alto cosas graves: insultos a compañeras, robos en el aula, incluso venta de productos ilegales. He visto cómo se protegía a unos y se señalaba a otros. Y esa forma de mirar hacia otro lado es el germen del problema.
El acoso escolar no empieza en el patio. Empieza en casa, en los medios, en los despachos, en los plenos. Empieza cuando se premia al que humilla y se calla al que denuncia. Y mientras sigamos justificando esas “cosas de niños”, seguiremos criando adultos que no saben convivir.
Si sufres o conoces un caso de acoso escolar o necesitas ayuda emocional, puedes contactar de forma anónima con los siguientes recursos:
|
||||||||||||||||||||||||||
|
||||||||||||||||||||||||||
|