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Por mucho que algunos se empeñen en hacernos creer que todo va mal desde que cambió el gobierno, la verdad es que los problemas de Aranda de Duero vienen de largo. Y no se arreglan con una varita mágica. Esto no es cosa de dos años, ni siquiera de cuatro u ocho. Estamos hablando de décadas de malas decisiones, de silencios cómplices, y de esa manía tan nuestra de mirar hacia otro lado mientras el pueblo se va apagando poquito a poco.
Porque claro, ahora todo son prisas. Que si hay que terminar este proyecto, que si por qué no se arregla ya aquel edificio, que si cómo puede ser que aún no se haya asfaltado tal calle o si la hierba crece… Y ojo, que las quejas son legítimas. Pero no deja de ser curioso que ahora nos vengan con las urgencias cuando durante años muchos de esos mismos que hoy alzan la voz, estuvieron calladitos o, peor aún, aplaudiéndose mientras se dejaban dormir los proyectos en el cajón.
Hablemos claro. Aquí hay iniciativas que llevan años dando vueltas sin arrancar del todo: la remodelación del polígono industrial, por ejemplo, sigue medio atascado. La ronda interna, promesa tras promesa, sin avanzar al ritmo que se desearía. La reordenación del tráfico, ese eterno plan que siempre se queda a medias. ¿Y qué decir del futuro de la Plaza de Toros? Otra historia de esas que parece escrita por Galdós, de lo larga que se está haciendo. Pues bien, todo eso ahora se le exige a este equipo de gobierno como si tuvieran que resolverlo en dos tardes y con dos papeles, y lo exigen los mismos que durante años no han sido capaces ni de asomarse a la puerta del despacho a saludar.
Y no, no es tan sencillo. Porque no se trata solo de voluntad política, que también. Hay otro melón que casi nadie quiere abrir: el funcionamiento interno del Ayuntamiento. Y no es cuestión de señalar a nadie, pero hay hábitos enquistados que no ayudan. Funcionarios que, tras años de presiones políticas, recortes y desconfianza constante, han terminado por hacer su trabajo con el freno echado. Y es humano. Cuando cada paso que das se cuestiona, cuando te pisan cada iniciativa o te cambian las órdenes a mitad de camino, es normal que se genere un ambiente de parálisis. No es vagancia, es miedo y agotamiento.
Y si hablamos de funcionamiento interno, no podemos obviar uno de esos temas que todos comentan bajito, pero nadie se atreve a poner sobre la mesa en público: los famosos enchufes. Porque, seamos sinceros, en Aranda se lleva años hablando de cómo entró tal o cual, en tal sitio, de esas casualidades de apellidos conocidos que acaban estabilizados en plazas muy concretas… y claro, ahora no hay quien lo desenchufe, ni el mejor electricista. Porque cuando las plazas se blindan, los favores se consolidan. Y ya saben lo que dice nuestro rico refranero: “Favor con favor se paga”. Así se enredan las cosas y así cuesta avanzar.
Encima, hay quien prefiere seguir echando leña al fuego desde la oposición o desde ciertos púlpitos mediáticos, pidiendo milagros a quienes apenas acaban de aterrizar en sus cargos. Pero ¿dónde estaban esas exigencias antes? ¿Por qué entonces no molestaban tanto los retrasos o los errores?.
Por otro lado, como quien no quiere la cosa, nos rumorean que este viernes llega el gran cambio dentro de uno de los partidos de la oposición (o así nos lo van a vender si se termina materializando) . Una suerte de renovación, nos dicen. Pero ya saben lo que dice el refrán: “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. O como decimos por aquí: “Mismo perro con distinto collar”. Que sí, que cambian las caras, los cargos, los titulares… pero no nos dejemos engañar: los que manejan los hilos siguen siendo los mismos en los espacios políticos con más “caspa” en Aranda de Duero y o eso cambia o no cambiara nada.
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