La Semanita
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¿Y si usaran su alianza para construir, no para destruir?
Aranda de Duero no necesita más oposición política. Lo que necesita, con urgencia, es una oposición útil. Porque lo que hoy tenemos es una tríada de PP, PSOE y VOX que se turnan el protagonismo del ruido institucional como si fueran los tres Reyes Magos del bloqueo. Tres partidos supuestamente enfrentados en lo ideológico pero hermanados, en la práctica, por un mismo objetivo: hacerle la vida imposible al equipo de gobierno, incluso a costa del correcto funcionamiento de la administración municipal.
A falta de propuestas y visión de futuro, buenas son las comisiones interminables, las peticiones de informes duplicadas y los plenos convertidos en espectáculos. Porque, como ya es tradición en la política local, cuando no se sabe construir, se perfecciona el arte de destruir. Y eso sí que lo dominan. No hay pleno que no acabe en espectáculo ni petición de documentación que no apunte al desgaste por desgaste.
Una de las cuestiones más preocupantes es el trato que están recibiendo los empleados municipales, convertidos en blanco de la frustración de una oposición más preocupada por la estrategia que por el rigor. Basta con observar el clima de crispación instalado en los últimos meses. Pregunten si no al secretario municipal, que podría escribir una tesis sobre cómo sobrevivir a la intoxicación política sin perder el rigor legal. Porque sí, conviene recordarlo: los funcionarios no están ahí para aguantar gritos ni para ser instrumentalizados en guerras internas. Están para cumplir su función. Y lo hacen.
Los tribunales, por su parte, han hablado claro. Todas y cada una de las causas abiertas contra los trabajadores públicos han sido archivadas. Las únicas que han seguido su curso han sido las presentadas por los propios trabajadores contra prácticas más propias de la camorra que de una institución democrática. Lo grave no es sólo que no haya consecuencias para quienes abusan de sus cargos, sino que continúe la estrategia del señalamiento público, sin pruebas, sin base legal y, lo que es peor, sin pudor.
El caso Ortuño es, quizá, el mejor ejemplo de todo esto. Meses de escándalo mediático para acabar en nada. Una figura demonizada en su día por la propia oposición —no hay más que repasar las actas de plenos, donde se llegó a afirmar “tener miedo” de su presencia— que hoy se convierte en bandera judicial del mismo bloque que lo denostó. Expedientes inflados, titulares grandilocuentes, y una oposición aferrada a su nombre como si fuera el resumen de todos los males. Resultado: archivo judicial. Otra vez.
En lugar de usar las comisiones para investigar los miles de rumores que realmente necesita la ciudadanía —como la gestión de los terrenos de la plaza de toros y sus anexos o las concesiones de espacios públicos sin control, los rumores sobre puestos municipales regalados—, se opta por la vía del ruido. Pero claro, eso salpicaría a los de siempre. A los que gobernaron durante años sin inventario de bienes actualizado, con cesiones opacas, con terrenos públicos que hoy ni siquiera están bien registrados. Todo bajo el manto de una supuesta “gestión impecable” que cada día que pasa cuesta más sostener.
Lo más paradójico de todo esto es que PP, PSOE y VOX en Aranda han demostrado ser perfectamente capaces de llegar a acuerdos. Lo hacen constantemente, aunque sea para entorpecer, bloquear y desgastar al gobierno local. Una coordinación tan eficaz, tan milimétrica, que hace pensar: ¿y si ese esfuerzo lo destinaran a trabajar por el bien común? Si de verdad tienen tantos contactos, influencia y peso político como presumen, ¿por qué no utilizan esa insólita sintonía para mejorar el panorama provincial, autonómico o incluso estatal?
Porque si son capaces de unirse con tanta convicción para frenar proyectos en Aranda, podrían hacer lo propio para atraer inversiones, resolver bloqueos históricos o sacar del letargo a esta comarca olvidada. ¿Qué les impide llamar a sus partidos en Valladolid o en Madrid y exigir lo que esta ciudad necesita? Tal vez ahí es donde debería demostrarse la "buena política". Porque en vez de tanto teatro local, tanta querella inútil y tanta rueda de prensa vacía, harían bien en sentarse a trabajar, a construir, aunque no lleven la vara de mando.
Aranda de Duero no necesita más oposición política. Lo que necesita, con urgencia, es una oposición útil. Porque lo que hoy tenemos es una tríada de PP, PSOE y VOX que se turnan el protagonismo del ruido institucional como si fueran los tres Reyes Magos del bloqueo. Tres partidos supuestamente enfrentados en lo ideológico pero hermanados, en la práctica, por un mismo objetivo: hacerle la vida imposible al equipo de gobierno, incluso a costa del correcto funcionamiento de la administración municipal.
A falta de propuestas y visión de futuro, buenas son las comisiones interminables, las peticiones de informes duplicadas y los plenos convertidos en espectáculos. Porque, como ya es tradición en la política local, cuando no se sabe construir, se perfecciona el arte de destruir. Y eso sí que lo dominan. No hay pleno que no acabe en espectáculo ni petición de documentación que no apunte al desgaste por desgaste.
Una de las cuestiones más preocupantes es el trato que están recibiendo los empleados municipales, convertidos en blanco de la frustración de una oposición más preocupada por la estrategia que por el rigor. Basta con observar el clima de crispación instalado en los últimos meses. Pregunten si no al secretario municipal, que podría escribir una tesis sobre cómo sobrevivir a la intoxicación política sin perder el rigor legal. Porque sí, conviene recordarlo: los funcionarios no están ahí para aguantar gritos ni para ser instrumentalizados en guerras internas. Están para cumplir su función. Y lo hacen.
Los tribunales, por su parte, han hablado claro. Todas y cada una de las causas abiertas contra los trabajadores públicos han sido archivadas. Las únicas que han seguido su curso han sido las presentadas por los propios trabajadores contra prácticas más propias de la camorra que de una institución democrática. Lo grave no es sólo que no haya consecuencias para quienes abusan de sus cargos, sino que continúe la estrategia del señalamiento público, sin pruebas, sin base legal y, lo que es peor, sin pudor.
El caso Ortuño es, quizá, el mejor ejemplo de todo esto. Meses de escándalo mediático para acabar en nada. Una figura demonizada en su día por la propia oposición —no hay más que repasar las actas de plenos, donde se llegó a afirmar “tener miedo” de su presencia— que hoy se convierte en bandera judicial del mismo bloque que lo denostó. Expedientes inflados, titulares grandilocuentes, y una oposición aferrada a su nombre como si fuera el resumen de todos los males. Resultado: archivo judicial. Otra vez.
En lugar de usar las comisiones para investigar los miles de rumores que realmente necesita la ciudadanía —como la gestión de los terrenos de la plaza de toros y sus anexos o las concesiones de espacios públicos sin control, los rumores sobre puestos municipales regalados—, se opta por la vía del ruido. Pero claro, eso salpicaría a los de siempre. A los que gobernaron durante años sin inventario de bienes actualizado, con cesiones opacas, con terrenos públicos que hoy ni siquiera están bien registrados. Todo bajo el manto de una supuesta “gestión impecable” que cada día que pasa cuesta más sostener.
Lo más paradójico de todo esto es que PP, PSOE y VOX en Aranda han demostrado ser perfectamente capaces de llegar a acuerdos. Lo hacen constantemente, aunque sea para entorpecer, bloquear y desgastar al gobierno local. Una coordinación tan eficaz, tan milimétrica, que hace pensar: ¿y si ese esfuerzo lo destinaran a trabajar por el bien común? Si de verdad tienen tantos contactos, influencia y peso político como presumen, ¿por qué no utilizan esa insólita sintonía para mejorar el panorama provincial, autonómico o incluso estatal?
Porque si son capaces de unirse con tanta convicción para frenar proyectos en Aranda, podrían hacer lo propio para atraer inversiones, resolver bloqueos históricos o sacar del letargo a esta comarca olvidada. ¿Qué les impide llamar a sus partidos en Valladolid o en Madrid y exigir lo que esta ciudad necesita? Tal vez ahí es donde debería demostrarse la "buena política". Porque en vez de tanto teatro local, tanta querella inútil y tanta rueda de prensa vacía, harían bien en sentarse a trabajar, a construir, aunque no lleven la vara de mando.
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