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Muchas veces vivimos atormentados por todo aquello que nos preocupa. A veces son cosas puntuales que nos suceden, otras veces es una preocupación constante que lo inunda todo. Sea como fuere, es algo que nos llena la mente y no nos deja estar atentos a nuestra vida. Es decir, vivimos pero sin volumen, sin intensidad, porque las preocupaciones están presentes y nos estropean muchos momentos. Solemos hacer lo que sea por distraernos: quedar con alguien, salir a tomar algo, dar un paseo, etc. Pero cuando volvemos a la rutina, las preocupaciones vuelven. Son como bombillas encendidas en una habitación en la que no estamos, por lo tanto, gastan energía innecesaria. En este caso, la energía es de tipo mental, por eso nos desgasta para otras tareas.
¿Qué podemos hacer para que las preocupaciones desaparezcan de nuestra vida? ¿Es posible hacer que desaparezcan? Normalmente pensamos que sí, que podemos conseguir que desaparezcan, por eso cuando siguen ahí, lo pasamos peor. Primero porque nos preocupan, y segundo, porque no somos capaces de dejar de preocuparnos. Eso hace que nos machaquemos más y entremos en un círculo vicioso que tiñe nuestra vida de algo que no nos deja disfrutar.
Hay que aceptar que las preocupaciones o los problemas forman parte de nuestra vida, que estarán ahí queramos o no. Y ¿qué podemos hacer al respecto? ¿Qué hacemos si una bombilla está encendida gastando luz innecesaria? ¿Apagarla verdad? ¿Cómo apagamos esa preocupación?¿Hay un interruptor?¿Dónde está? Si lo hubiera sería muy sencillo ¿verdad? Puede que sí, que de algunas preocupaciones haya un interruptor, y que sepamos exactamente dónde está y le apaguemos. Pero por suerte, no en todos los casos es así de fácil. Sí, digo por suerte, porque en esta vida lo que se nos pone difícil, no es un problema, es un reto a conquistar.
Para empezar a conquistar este reto, intentemos que esas luces encendidas que son nuestras preocupaciones, tengan un nombre. Las luces pueden ser: mi salud o la salud de mis familiares, la economía, la avería del coche, el trabajo, o no tener trabajo, los estudios, las amistades, la pareja, los hijos... Y reconocer en mí esas preocupaciones, porque a veces estamos preocupados y es de una manera general. Si concretamos podemos expresarlo a quienes tenemos cerca. Si lo expresamos seguramente la intensidad de esa luz disminuya y empiece a gastar menos vatios.
Lo más importante es ser conscientes de que tenemos esas luces encendidas para poder apagarlas. En el momento en el que me doy cuenta, me puedo decir a mí misma: "ya está aquí mi preocupación por este asunto". Eso puede hacer que cambie de tercio y haga algo para distraerme, y que desaparezca con rapidez. El problema está cuando me dejo llevar por los pensamientos que acompañan esa preocupación. Con el tiempo me encuentro con ansiedad, bajo estado de animo y desgaste emocional. A veces, puede pasar que crea que he despistado a mi preocupación, pero sigue ahí. El caso es que hay que conseguir poder vivir con esas luces, pero conseguir apagarlas.
El Mindfulness, es decir, la atención plena en el momento presente, puede servirme. Si consigo vivir cada día, centrándome un poco más en lo que vivo, puedo alejar las preocupaciones. Si atiendo a lo que hago, a lo que veo con mis ojos, a lo que escucho con mis oídos, a lo que saboreo y huelo, vivo y no pienso tanto. Es estar abierto a lo que experimento, con los cinco sentidos. Se trata de "vivir más y pensar menos". En cuanto me sorprenda pensando, intento volver al presente, a lo que hago, a donde estoy. Si la luz de una de mis preocupaciones está encendida y me doy cuenta, estar en el presente me hace darme cuenta de que no necesito la luz de la habitación si estoy en el salón.
Respirar nos hace volver rápidamente al momento presente, porque estamos vivos respiramos y nos sirve de ancla a este momento. Nuestra mente tiende a irse al futuro para crearnos ansiedad o al pasado para provocarnos bajo estado de ánimo. Anclarnos en el presente nos ayudará a apagar esas luces y que no gasten nuestra energía. Es necesario que tengamos esa energía para sentir el presente. Por este motivo a veces no disfrutamos de muchas situaciones, porque estamos con la cabeza en otros sitios. No estamos atentos al presente y cometemos fallos, descuidamos las relaciones sociales, se nos va el santo al cielo y vivimos desenfocados.
Necesitamos vivir más en el presente para ser felices. Pero tampoco pesar en que no voy a tener preocupaciones. Estarán ahí, pero con mi foco en el presente, pasarán a un segundo plano y no me harán tanto daño. Busca las luces de tus preocupaciones para quitarlas intensidad y conseguir apagarlas, cada vez que aparezcan. Lo mejor es ser consciente y apagarlas cuanto antes, dejarnos llevar por ellas, sólo hace que una luz pequeña, se convierta en algo más grande y el gasto de luz a fin de mes sea desorbitado. Si dejamos que las preocupaciones nos invadan, estamos perdidos, nuestro discurso serán esas preocupaciones y aburriremos a los demás con ellas. Eso nos hace estar negativos y contagiar a los demás de esa negatividad. Decimos a veces, que no lo podemos evitar, en parte no, porque las preocupaciones aparecen, pero sí podemos elegir qué hacer con ellas.
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