Ya lo dijo Benjamin Franklin: "La felicidad humana no se logra con grandes golpes de suerte, sino con las pequeñas cosas que ocurren todos los días".
Creemos que, si por ejemplo, nos tocara la lotería, seríamos felices. Nada más lejos de la realidad, preguntemos a aquellos que les ha tocado, qué es lo que pasa después de un año. Sí, el día que todo se baña de cava es un día feliz, pero después, empiezan los problemas. Que si un porcentaje para hacienda, que si me cambio el coche, la casa, de trabajo... Y a la vuelta de un tiempo, qué me ha pasado?, ¿soy realmente más feliz que antes? ¿o una persona con más dinero, pero con más deudas y gastos?
Entonces preguntémonos: ¿qué es lo que realmente me hace feliz en mi día a día?
Los grandes acontecimientos de nuestra vida son realmente felices: el día de mi cumpleaños, el día que fui de viaje a un lugar especial, el día de mi boda o de mi comunión, el día que nacieron mis hijos o el día que algo especial pasó en mi vida. En este caso, estos acontecimientos tienen la duración de un día, una semana como mucho, luego se desvanecen. Gracias a las fotos y los recuerdos los podemos mantener vivos en nuestros sentimientos durante más ocasiones.
No obstante, tenemos que llegar a encontrar aquello que me haga feliz cada día y hay que buscarlo dentro de mí. Tengo que conocerme bien para saber lo que realmente quiero y conocer aquello que me hace vibrar.
Es importante ser consciente de mis cualidades y capacidades, pero también de mis defectos y limitaciones. No por ellos lamentarme, sino aprovecharlos en mi beneficio. Potenciar aquello que ya tengo y puedo mejorar y desarrollar mis talentos.
La clave está en valorarme más y criticarme menos. También hacerlo con los demás, porque sin querer sacamos defectos en los demás, que reflejan nuestras carencias.
Valorar mi historia de vida, mi pasado y perdonarme por mis errores que me han hecho crecer. Aceptar mis circunstancias y poner voluntad en lo he me sucede, para manejarlo de la mejor manera posible.
Finalmente, valorar todo lo que ya tengo, que no es poco, y tener la serenidad suficiente para conseguir lo que quiero obtener.
Trátate como tratas a tu mejor amigo, sobre todo cuando más lo necesitas, que sin querer nos castigamos e insultamos. En este caso, cuídate mucho, mímate más y aprueba todo lo que haces.
Todas las personas somos iguales de importantes. Mis necesidades también son prioritarias, no siempre es más importante el otro. Debe haber un equilibrio entre amigos, pareja, padres e hijos. Si siempre la balanza está del mismo lado, uno se fortalece mucho y otro se debilita. Los dos salen perjudicados. Porque uno tiene que fortalecerse por sí mismo, no a costa del otro. Y uno debe mirar por si mismo, lo mismo que por los demás, no olvidarse de uno, porque acabamos mal.
Quiérete y valórate todos los días, en especial aquellos que son peores. Para los días buenos todos tenemos recursos.
Y recuerda: ser feliz es un arte y hay que cultivarlo.