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Cada persona vivimos la experiencia de nuestra vida y puede parecer que compartimos la vida con nuestros coetáneos, con nuestra familia y amigos, pero en realidad cada uno vive su propia vida.
Aunque ahora mismo en nuestro país o en nuestra ciudad, estemos viviendo una serie de acontecimientos que, por supuesto, marcarán nuestra vida, cada persona tiene su manera particular de vivirlo. No se trata solo de la experiencia, de cómo lo vivimos, si no de algo más importante incluso. A nivel mental, todo aquello que vivimos, lo evaluamos o clasificamos y le damos un sentido propio. Son los procesos mentales de cada uno, nuestros eventos privados. Es decir, de todo aquello que experimentamos, sacamos nuestra propia versión de los hechos. Esta versión suele ser única e individual, diferente a la de otras personas. Podemos unirnos con otras personas que pasan por situaciones parecidas y eso puede ayudarnos a comprendernos mejor, pero nunca igual en todos los aspectos.
A veces, no somos conscientes de cómo vivimos estos eventos privados, simplemente les vivimos sin percatarnos de lo que estamos evaluando. Por eso es tan importante socializarse y poner en común puntos de vista y sacar de dentro nuestra impresión de los hechos que vivimos. Sobre todo si estamos ante una vivencia traumática es necesario sacar a la luz esos sentimientos, esas emociones y esa vivencia para poder salir fortalecido y no caer en la introversión.
Esto ocurre, por ejemplo, ante las catástrofes: una inundación, un terremoto, un accidente múltiple... ahí es dónde actúan los psicólogos de emergencias. En esos momentos las personas que viven esas experiencias necesitan poner en palabras lo que han visto, lo que han sentido, lo que están viviendo a cada momento, para poder ayudar a la mente a elaborarlo. Es necesario que la boca exprese lo que va pasando por la mente, sobre todo para evitar los momentos de bloqueo emocional. Es necesario que aquellas personas que no viven la experiencia en primera persona, pero que la observan también sean atendidas, porque el impacto es similar.
También puede ocurrir que, ante situaciones no tan traumáticas, a las personas les cueste elaborar las imágenes o momentos vividos, por ser algo inesperado. Es lo que nos sucede ahora cuando nos dan una sorpresa. No estamos acostumbrados a que nos cambien los planes de golpe y cuando esto sucede, la mente necesita un tiempo para recapitular lo que está pasando. Estamos tan metidos en las rutinas y estamos tan inmersos en nuestro día a día, que cuando algo cambia y nos lo tuerce, lo encajamos bastante mal. Simplemente un retraso de algo, nos puede descolocar el día entero o hacernos sentir frustración y enfado.
Necesitamos de las rutinas para sentirnos seguros, pero en cuanto algo cambia se tambalean nuestros cimientos. Nos cuesta aceptar los cambios, nos abruma ver que las cosas no van como esperábamos. Nos asusta que no salgan los planes previstos. Y si a mitad de camino no lo tengo claro, mejor me doy la vuelta. Pero estamos equivocados, las cosas salen como tienen que salir, ni mejor, ni peor, solo de manera diferente a como nuestra mente lo había pensado. No importa, no es negativo. Pero sí lo valoramos como algo negativo o, a veces, incluso catastrófico. Con el tiempo eso se nos olvida y seguimos inmersos en nuestro día a día, sin percatarnos que aquello que me costó tanto aceptar ya forma parte de mi vida rutinaria. Cuando echamos la vista atrás es cuando nos hacemos conscientes de todas estas reflexiones. Y entonces no nos podemos explicar algunas cuestiones referidas a nuestra propia experiencia. Le solemos buscar una explicación personal, por lo que al fin y al cabo me explico mi mundo en base a las experiencias que me toca vivir. Pero sobre todo en base a mis propias explicaciones sobre esas creencias.
Cuando nos relacionamos con otras personas y hablamos de pedazos de estas experiencias, es cuando por fin somos conscientes y decimos en voz alta el verdadero sentido que le damos a esos eventos. Cuando después de ver una película, la comentamos, Cuando después de un concierto compartimos los detalles y lo que nos han hecho sentir. También cuando hablamos de esas situaciones traumáticas, es cuando por fin, elaboramos lo ocurrido y lo llegamos a comprender.
No te guardes tus experiencias, compártelas, porque al contarlas en voz alta, te ayudas a ti mismo y además, con tus vivencias, ayudas a los demás.
Lee más sobre este y otros temas en mi blog personal: http://vivirlapsicologia.wordpress.com
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