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He descubierto que el proceso de autoaceptación es el quid de muchas cuestiones.
Nuestro sufrimiento diario, se genera por no aceptar muchas de las cosas que nos rodean. El proceso de aceptación no es fácil. A veces, creemos haber aceptado algo y luego nos sorprendemos con que lo queremos cambiar, lo rechazamos o sigue haciéndonos daño.
No vale con decir: “de acuerdo lo acepto”, porque esto no funciona así. Como digo, forma parte de un proceso. Normalmente, cuando nos pasa algo que no esperábamos, sea bueno o malo, nos cuesta asimilarlo. Primero reaccionamos con enfado o bloqueo mental. Algo inesperado nos descoloca. Son pocos los que reaccionan bien a la primera.
En la actualidad, además el querer tener todo bajo control estructurado y bien ordenado nos hace sufrir mucho estrés y ansiedad, sobre todo cuando nuestros planes no se materializan. Sin embargo, lo que ocurre puede llegar a ser incluso mejor de lo que esperábamos, pero de momento no lo sabemos ver. Aunque ocurra algo traumático, ya lo dice el refrán: ” No hay mal que por bien no venga” y así es.
Lo que sucede es que nuestra escala de valores se desequilibra. Aquello que no esperábamos, lo vivimos como algo negativo. Y como no pasa lo que “yo quiero”, me frustro, me enfado y me desmotivo. Sin embargo, aquello que está sucediendo es lo que tiene que suceder, es la realidad que estoy viviendo y según viene lo tengo que aceptar. Mientras dura el proceso de aceptación, se siente malestar, acompañado de culpa, y de querer cambiar las cosas. Cuando después de un tiempo, descubrimos que ya no se puede hacer nada por cambiarlo, o por lo menos, aprendemos que no depende de nosotros, es cuando comenzamos a aceptar la realidad de los hechos. Aun así, hay personas que pasan años en esta fase, queriendo que las cosas sean diferentes, evitando situaciones y también perdiéndose una parte importante de su vida, por seguir en ese estado.
Si habéis superado alguna situación dura, como el fallecimiento de un familiar, pérdida de un trabajo o de un amigo, también el diagnóstico de una grave enfermedad, o el cambio en las condiciones de vida…ya lo sabéis. Se pasa mal, pero pasado el tiempo, cuando se ha aceptado esa situación que ya no podemos cambiar, nos liberamos. Sí, una vez aceptado, el proceso hace que pasemos a una fase de calma y plenitud, en la que observamos los beneficios de la nueva situación que la vida ha traído a nuestro lado.
Cuando uno empieza a aceptar que su familiar se fue y no volverá, es cuando comienza a tomar las riendas de su vida. Cuando uno acepta un diagnóstico, es cuando milagrosamente comienza a mejorar, porque toma una actitud positiva y mejora dentro de su posibilidades. También puede ocurrir, cuando aceptamos nuestras limitaciones, si sabemos de qué pie cojeamos, lo que haremos es aumentar aquellas capacidades que sí tenemos y las desarrollaremos al máximo, en vez de lamentarnos por lo que no tenemos.
Un consejo: aceptar no es decirlo y ya está. Se trata de cultivar la paciencia suficiente para pasar por las fases de malestar, frustración, negación, enfado o todo aquello que desencadene. Sobre todo, es necesario, ser consientes de estas emociones y aceptarlas, porque hay que vivirlas. Después, el tiempo nos irá preparando para ver con claridad lo positivo del momento actual, de lo que nos está tocando vivir y comenzar a disfrutarlo.
Para abrir una puerta otra tiene que cerrarse. Si la dejamos entreabierta, siempre lamentaremos aquello que perdemos en el proceso de cambio y no veremos todo lo bueno que nos depara la nueva situación.
Aceptar es aceptar lo que nos toca vivir, a pesar de no ser lo que esperábamos, también es, aceptar nuestro entorno, es decir, a los demás y aceptarnos a nosotros mismos con nuestros fallos, limitaciones e imperfecciones. Porque, por mucho que queramos, las cosas no dependen solo de nosotros y por mucho que nos esforcemos, a veces las consecuencias de lo que vivimos no concuerdan con la trayectoria que llevábamos. En estos casos, el cambio de sentido o giro inesperado de los hechos, nos hará resistirnos. Si nadamos contracorriente, sufriremos mucho y nunca llegaremos a nuestras metas. Somos seres naturales y como tales, debemos seguir el ritmo de la naturaleza, dejarnos llevar por la corriente, fluir con los hechos y formar parte de ellos.
¡BE WATER, MY FRIEND!
te invito a leer sobre este y otros temas en mi blog persoal: http://vivirlapsicologia.wordpress.com
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