La última crisis de ansiedad tuvo lugar este martes, porque está siendo bastante duro para la joven de 29 años recordar la grave situación que finalmente ha denunciado a la Policía Nacional. Los hechos que denuncia sucedieron hace más de dos años, concretamente en el mes de junio de 2022, y se traducen en una serie de violaciones y agresiones sexuales por parte de dos hombres durante un mes, manteniéndola retenida y drogada en su propio domicilio. Y la religión esta en medio de lo que presuntamente ocurrió.
La joven, indica en su testimonio, tomó contacto con la iglesia evangélica cristiana Movimiento Misionero Mundial tras la pandemia, concretamente con su sede en Burgos. Y en el ánimo de permitir la evangelización en la Ribera del Duero cedió su piso, ubicado en el centro de Aranda de Duero, para la celebración de reuniones, que dieron pie a la apertura de un local en la calle San Gregorio hoy ya cerrado.
Según su relato, dos de los pastores de esa iglesia no sólo evangelizaban, sino que se aprovecharon de su situación para valerse de la joven. “Una tarde, no sé si me echaron algo en la bebida, pero me empecé a encontrar mareada”, explica a la redacción de DR. El siguiente recuerdo que tiene es cuando la encontró su madre un mes después, que al no saber nada de ella decidió entrar en la casa, “dormida y desnuda”.
Entre medias sus recuerdos son muy borrosos, comenta, “escuchaba la voz de los dos pastores, notaba que me tocaban y me penetraban, pero yo no podía hacer nada, estaba dormida”. Su recuerdo es también el del sonido de más personas que se reían a través del teléfono y la frase “la vamos a enseñar lo que es el coito para cuando se case”.
Intento de encubrirlo
El escenario, expone la joven en la denuncia y en sus declaraciones a este periódico, fue más allá. Porque una vez en casa de su madre se pudo recuperar de las lesiones que sufrió en su cara y puso en conocimiento de un pastor de esta iglesia que vino de Madrid lo que ocurrió.
Lejos de ponerlo en manos de la justicia, asegura mujer que el pastor le pidió “que no declarara la violación, que el mismo denunciaría en la Iglesia a los pastores”. Y para que fuese así la joven asegura que le dijeron que “para que esto ocurriera tenía que seguir en el movimiento pagando de 200 a 300 euros al mes”.
Ella indica que las aportaciones las estuvo realizando durante año y medio. Y que en abril de este año dejó de pagar, momento en el que el pastor madrileño volvió “para que yo firmara una hoja en la que negaba todos los abusos, algo que no hice”. Necesitada de ayuda legal y psicológica, es ahora cuando ha decidido poner su caso en manos de la justicia.
Y sin incluirse en su testimonio policial, la joven asegura que al poco tiempo de ocurrir esta terrible situación sí que se puso en contacto con la Policía para exponer lo que había pasado. “Di muchos datos pero se quedó ahí, pero aún así había un policía de Burgos me llamaba, me llamó para ir a Burgos, pero yo no podía ir porque estaba muy mal entonces, y ya dejaron de contactar conmigo”, comenta, poniendo en entredicho lo que de verdad ocurrió con su caso.
Su deseo es lograr recuperarse, poder hacer una vida normal que aún no ha conseguido y que las dos personas a las que acusa sean castigadas “y que no vuelvan a hacer algo como esto nunca más”. La información que le ha llegado es que ya no se encuentra en Aranda, ni siquiera en Burgos.
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