Hoy se conmemora el Día internacional de las personas con diversidad funcional y queremos recordar lanzar nuestra mirada hacia ellas. A las que son “diferentes” y especiales precisamente por esa razón; y las que trabajan día a día con estas ellas. Por eso hemos acudido al colegio de Educación Especial Fuenteminaya de Aranda de Duero.
Hemos conocido a las profesionales que allí trabajan y a los niños, niñas y jóvenes de 3 hasta 21 años que acuden al centro. Salimos de él con dos sensaciones: la ilusión, el cariño y la alegría que se respira en el Fuenteminaya; y la de que los nuestros reciben toda la atención que se merecen.
Es cierto que cada vez la escuela ordinaria hace una labor integradora de niños con diferentes necesidades. Por ello al centro llegan aquellos que necesitan un tipo de atención muy diferenciado e individualizado. Los trabajadores: educadores, fisioterapias y logopedas se encargan de ello ofreciendo una supervisión y ayuda constante. “Siempre respetando el principio de no discriminación y de inclusión educativa como valores fundamentales”, explica su directora Esther Domínguez.
Algunos alumnos combinan la educación especial con la que se ofrece en la escuela ordinaria. Se logra así su sociabilización en una sociedad que cada vez va dando pasos, aunque lentos, en materia de diversidad.
El Fuenteminaya es un sitio donde se forman personas para la vida y para ello el objetivo es conseguir que desarrollen al máximo sus potencialidades para desenvolverse de la mejor manera en la vida. Una formación que se hace de forma integral y de manera individualizada para cada chico o chica que acude al colegio, teniendo en cuenta sus capacidades tanto psíquicas como físicas. “Somos conscientes de que a través del cuerpo sienten, expresan y se comunican con las personas que les rodean. Un cuerpo que es preciso aceptar y al que hay que cuidar”, señala la directora.
Pero aún hay más, porque persigue que los niños, niñas y jóvenes que acuden allí se conviertan en personas felices, motivadas y orgullosas de sí mismas. Planes de competencia digital, terapia asistida con animales, programas de educación responsable o actividades inclusivas con salidas a otros centros de la localidad o excursiones son algunas de las actividades que se realizan para conseguirlo.
Pero estos días se ha ido más allá y para celebrar la Semana de la Diversidad han aumentado las actividades. Nayo, un simpático personaje ha sido el que ha acompañado a la comunidad educativa en todas ellas.
Así, el lunes recibieron nuevamente la visita de la perra Sabia gracias a la labor que realiza desde el centro Vincula, empresa que trabaja en intervenciones asistidas con perros. Canciones, cuentos, bailes y muchas risas estuvieron presentes en las diferentes sesiones que tienen un segundo objetivo: utilizar al animal como un elemento motivador y favorecer la autonomía y el bienestar de los alumnos de una manera natural e innovadora.
El martes fue el día en el que la cita se trasladó al comedor del centro, donde entre todos consiguieron elaborar un desayuno saludable; y el miércoles se expusieron los proyectos realizados en el centro con Nayo como protagonista.
La Navidad no ha podido faltar en estas jornadas y el colegio a está decorado para esta celebración tan especial que se acerca. Asimismo, se desarrolló una yincana de los sentidos. Para terminar la semana con buen sabor de boca, el viernes se elaboró una tarta de la Diversidad y se despidió a la persona que ha trabajado como conserje en el centro durante los últimos 35 años, que inicia su jubilación.
Educar en tolerancia y respeto es algo en lo que debemos todos de trabajar. En centros como el Fuenteminaya se prepara a las personas “para que el día de mañana y según sus posibilidades puedan participar activamente en su entorno” dentro de una sociedad que formamos todos. Al resto nos queda prepararnos para abrirles los brazos creando un entorno plural donde quede erradicado cualquier tipo de discriminación y prevalezca la auténtica diversidad.
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