"Me llamaron para hacer magia en un cumpleaños y me dieron 100 pesetas. A partir de ahí fue mi caché"

Su nombre es Luis María Blanco Vicente, pero es más conocido por el nombre de Joyra. El mago Joyra llegó a Aranda de Duero hace más de treinta años por amor desde el País Vasco, pero en el trayecto no dejó la pasión que le mueve desde que era muy pequeño: la magia. Con él nos sentamos hoy para charlar.

 

- ¿Cómo te introduces en el mundo de la magia?

- Desde que era muy, muy pequeñito. Siempre me he obsesionado con ella. Fíjate que cuando tenía unos ocho años me subía con un amigo a los autobuses gratuitos que conducían los militares y estuvimos recorriendo municipios para ir a los locales de prensa para ver si conocían algún mago y podían darme el contacto suyo.

- ¿Llegaste a conocer alguno así?

- Lo hice, sí. Estaba desesperado, pero bajando las escaleras de Radio Popular de Bilbao me dijeron que conocían a un mago. Su nombre es José Iranzo y se convirtió en mi maestro. De él viene el nombre de Joyra, en su honor. No se dedicaba profesionalmente a la magia, él era ingeniero, pero mantenía reuniones con otros aficionados a la este arte donde hablaban y hacían magia.

- ¿Tenías el apoyo de tu familia?

- De mi padre un poco más, pero mi madre quería que estudiase, me decía que podía dedicarme a la magia como una afición e incluso me escondía las cosas que conseguía ir comprando. Eso sí, a ella nunca le decía que gastaba dinero en ello, sino que me lo regalaban o que me tocaba como premio en algo.

- ¿Viviste de la magia desde el principio?

- No, lo que se necesita para hacer magia no es barato, así que estuve estudiando, pero también trabajando. Sobre todo, de comercial. Vendí libros puerta a puerta, lechugas, patatas, periódicos en el estadio San Mamés… Además de haber conseguido dinero para comenzar en este mundo fueron unas experiencias muy enriquecedoras.

- ¿Cuál fue tu primer trabajo como mago?

- Tendría unos quince años. Me llamaron para entretener a los niños en un cumpleaños de un vecino y yo fui sin idea de ganar nada. Al final me dieron 100 pesetas y ese fue mi primer caché, a todo el que me decía que hiciese una actuación de magia le cobraba 100 pesetas.

- Me imagino que fue un impulso importante para seguir adelante…

- Sí, yo seguí investigando trucos, pero también me preparaba con clases de mimo, de clown, con cursos de de interpretación… No he dejado de prepararme desde entonces. En realidad, en ese tiempo no quería ser mago, esa era mi pasión, pero lo que quería ser era artista. Me gustaba el cine, el teatro y todo lo relacionado con el tema artístico todo. Me metí en esto casi sin darme cuenta.

- Hace más de treinta años llegas a Aranda de Duero…

- Por amor. Mi novia, que es ahora mi mujer, era de aquí y había dos opciones: o irse ella para Vizcaya o venirme aquí yo. Y esto último fue lo que pasó. Ella es enfermera y era lo más fácil. Reconozco que me costó un poquito entrar en el frío de Aranda de Duero, pero pronto me empezó a apasionar vivir aquí.

- ¿Encontraste trabajo pronto por aquí?

- He trabajado mucho, pero también he viajado mucho. Iba a Madrid, donde daba hasta cinco pases diarios en una sala y allí estuve veinte años hasta que cerraron. Iba dónde me llamaban y he recorrido toda la península de cabo a rabo. He estado en Portugal, en Francia, en Grecia…

- Un mago muy viajero…

- Eso era lo que no me gustaba. Yo soy una persona muy familiar y cuando estaba muchos días fuera lo pasaba muy mal. Me gusta la magia y trabajar en ello, pero también estar con mi mujer y mis hijos. Por eso empecé a decir que no a cosas. Me llamaron para ir a los países árabes, a México, a hacer cruceros… Pero decidí renunciar a ello a pesar de que me ofrecían bastante dinero.

- ¿Cómo llegas a realizar tantas actuaciones al cabo del año?

- Formándome también en el mundo de marketing, porque no vale de nada ser un buen mago si no se te sabes vender. Hay magos bestiales que no pueden vivir de ello, pero yo tenía claro que además de formarme como artista tenía que hacerlo para darme a conocer y mantenerme en este mundo. Es necesario que sepan que estás, pero también que una vez que vas vuelvan a llamarte, como está sucediendo.

- “Soñando con la magia” es tu último espectáculo. Cuéntanos de qué trata.

- Es un montaje en el quiero impregnar en el público los recuerdos. Lo baso en los recuerdos de mi niñez, y además de los trucos tradicionales fusiono el componente electrónico al visual y el resultado es un espectáculo que está gustando mucho.

- ¿Cómo es el proceso para montar un show?

- Primero me centro en el juego, pienso en lo que podría hacer y cómo fabricarlo. Soy pésimo para fabricar, tardo más de lo normal y me gasto más dinero que si lo mandase hacer, pero me gusta hacerlo yo. Después está el guion. En eso he conseguido bastante creatividad. Incluso cuando un espectáculo ya está en marcha va creciendo, porque las reacciones del público me llevan a modificar o introducir cosas.

- Has participado en el festival Escenario Patrimonio un par de veces. ¿Te podremos ver este año por la comarca ribereña?

- Sí. Por ejemplo, voy a participar de nuevo estas fiestas en Aranda de Duero llevando la magia a los colegios. Y teniendo en cuenta que estoy a punto de cumplir los 40 años sobre el escenario, el 7 de febrero de 2026 estrenaré un espectáculo en el Cultural de Caja Burgos.

- ¿Qué te aporta personalmente ser mago?

- Me aporta todo, no puedo estar sin ellos y se ha convertido en algo irresistible. Entiendo a los artistas que dicen que morirán en el escenario. Porque estar encima es una adrenalina y un subidón terrible.