Miguel Ángel Pomar gana el certamen de relatos de Valdezate

La asociación El Pozarón concluye la última edición del concurso con la lectura de los relatos

13/04/2023 10:53 | Begoña Cisneros
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La segunda edición del certamen de relatos de Valdezate ya tiene ganador. La persona que consiguió el segundo premio en la primera edición de este concurso, Miguel Ángel Pomar Requejo.

El centro cultural “El Pozarón” ha acogido la entrega de premios, a un concurso organizado por la Asociación cultural que tiene ese mismo nombre. Con esta segunda convocatoria el colectivo ha logrado dar continuidad a una iniciativa que comenzó en 2022 y que continuará en los próximos años. Todas las obras forman ya parte de la documentación del centro cultural de Valdezate.

 

 

Miguel Ángel Pomar Requejo, ha sido en esta ocasión el vencedor gracias a su trabajo “El Mayo de 1982”.

 

 “El Mayo de 1982”

Es viernes 30 de abril de 1982. En arboleda de la dehesa cerca de la fuente de la salud un quinto, recién tallado, ha escogido el árbol que tendrá el privilegio de ser el Mayo de este año.

La madera es blanca y no muy dura, estos chopos lombardos son altos, rectos y de corteza rugosa. Con unos cuantos golpes de hacha en la base cae rompiendo algunas ramas. El tractor Barreiros cabe bien entre los árboles y tira de nuestro tronco por el camino de las arboledas. Dejamos el Mayo en la entrada del pueblo en la playa donde hoy está el monolito del escudo de Valdezate.

Hace frío esa noche y en la villa, que todavía conserva más de doscientos cincuenta habitantes, no hay muchos mozos pero de Aranda llegan unos cuantos amigos en el R6 Blanco que uno de ellos ha “tomado prestado “a su padre manipulando el cepo que tiene puesto entre el volante y el embrague. Apretando el volante hacia el suelo y tirando del pedal se suelta el cachivache y se gira atándolo al otro extremo del círculo. Dicen que la necesidad agudiza el ingenio pero también las ganas de juerga.

La plaza todavía no está adoquinada y conserva las cuatro paredes ruinosas de San Roque contra las que se juega a la pelota, lo mas difícil no es jugar si no acertar hacia dónde va a botar y casi siempre termina colgada en la bóveda de la sacristía, que es la única parte del tejado, que aún no se ha hundido totalmente. Con la escalera de la luz subíamos a buscarlas con más peligro que peinar leones ya que ni extendida al máximo llegaba hasta el borde de pared.

Entre la casa blasonada de piedra y el Soportal , donde según cuentan se alzaba hace siglos el patíbulo, hay una zona de tierra y ahí se ha practicado un hoyo de más de 1 m de profundidad para recibir el tronco del árbol. Justamente donde ahora encuentra esa fuente indescriptible que le queda a la plaza como a un santo un revólver.

Nos hemos citado en el bar de Chato los mozos del pueblo y los quintos. Todos sobre la veintena: alegres, vitalistas, con ganas de diversión e ilusionados con revivir una tradición muy Valdezateña.

Unos chatos de clarete de la cooperativa y salimos a buscar el Mayo que llevaremos aupado por la calle de Sol hasta la plaza en cuyo hoyo hemos colocado unos tablones verticales enjabonados para que la base del árbol pueda resbalar con facilidad a la hora de izar el mayo. A mitad del tronco atamos unas sogas de aquellas que se confeccionaban en las “tarazanas” del pueblo hace ya muchos años.

En la posguerra Valdezate fue un pueblo con una cierta pujanza industrial, aunque duró poco tiempo. Teníamos tejera, atarazanas para sogas y maromas de barco y talleres donde se hacían abarcas con neumáticos usados y correas de cuero, además los lagares estaban en pleno rendimiento y las cubas de las bodegas se llenaban de vino que se vendía a otras zonas. También se sembraba algo de cáñamo y remolacha en el valle , en las suertes de donde hemos sacado el Mayo.Pero volvamos a la plaza con nuestra cuadrilla y sus afanes:

En el extremo opuesto de cada una de las cuatro sogas se colocan varios mozos para tirar y comenzamos a levantar el tronco. Cuidado! Qué no caiga sobre el soportal!. Tirad con fuerza desde arriba! Vamos! Más cojones, que parecéis inválidos. Venga arriba!. Siempre tiene que haber de fuera de la cuadrilla alguien aficionado ir sobrado de vapores etílicos, que no hace nada pero, con cuatro tragos, se pinta solo para dar órdenes, aunque nadie se lo pida.

Con mucho esfuerzo y no poco peligro para las casas y la joya etnológica que es nuestro querido Soportal, conseguimos poner en pie este ejemplar de chopo lombardo de más de 20 m, al que calzamos en el hoyo con unas piedras y tierra para que se sujete.

Por la plaza mal iluminada un individuo andrajoso y extraño que ha cazado vivo un murciélago en las bodegas del Molino de viento se acerca hasta el Mayo:

-A qué no sabéis que los “murciégalos” fuman?

Nadie le presta atención, él agacha la cabeza y desaparece en la oscuridad escondiéndose detrás de la tapia de la huerta del fondo de la plaza donde hoy se levanta el escenario. Hace unos días un par de quintos entraron en un palomar abandonado con un pequeño saco para procurarse la cena de este día: unos cuantos pichones estofados: Carne oscura y tersa que bien condimentada es deliciosa, pan de hogaza y vino del garrafón servido en jarro.

Orgullosos de la faena de volver a izar el Mayo, llevábamos varios años sin hacerlo, nos dirigimos al contador de La Honda pero por el camino nos encontramos un carro de machos en la calle y decidimos - lo que hace el vino, no lo hacen las patatas y nuestro pueblo ha sido más de lo primero que de lo segundo - subir el carro hasta la cuesta de la Iglesia.La intención era tirarlo desde allí, pero todavía queda alguno con la sensated suficiente para convencernos de lo contrario.

Vacíos el jarro y la cazuela de la merienda, en la bodega las cenas se llaman así, bajamos otra vez donde Chato hasta las doce . Café, solisombra y de vuelta a la plaza, para contemplar el Mayo en las primeras horas del mes. Cuando nos acercamos encontramos al murciélago sujeto con chinchetas al árbol clavadas en las membranas interdactilares y con un Celtas en la boca.

Oímos al taciturno y siniestro personaje una carcajada forzada escondido dentro de San Roque. No nos da tiempo a a darle alcance. Mes y medio después todavía nuestro Mayo sigue en pie y es testigo mudo de las fiestas de San Antonio, de los devaneos entre los jóvenes, a la hora del baile y la velada y de los romances de aquel verano.

 

Por su parte, el texto “Eterno verano” de Pilar Martín Bouzas es la que ha logrado el segundo premio:

 

 “Eterno verano”

Hace un rato que ha anochecido y es verano, esa estación maravillosa en la que el cielo de los pueblos, sobre todo, está repleto de estrellas tan brillantes, que si te estiras un poco, casi puedes tocarlas con los dedos de la mano.

Me encantan las vacaciones de verano. Por las noches recorro, con la pandilla, diferentes sitios del pueblo. Buscamos los lugares poco iluminados, esos que admiten confidencias aprovechando la ausencia de luz y nos hace creer que somos más interesantes y poderosos.

Pero hoy es distinto. Todo el mundo va a ir a la plaza. Está de paso una compañía de titiriteros que ha proclamado a los cuatro vientos, las maravillas de la obra de teatro que van a interpretar. ¡Nadie quiere perderse la función!

A las diez menos cuarto de la noche, van abriéndose las puertas de cada casa y, de forma ordenada, todos se dirigen hacia la plaza cargando con su silla. El acto está previsto que comience a las diez y, ya sentados, esperan callados a que se abra el improvisado telón que han colocado entre dos galeras, de color verde hierba.

Por fin descorren las cortinas y aparecen ante nosotros, dos personas que interactúan entre ellas. A lo largo de la función, van cambiando sus atuendos muy rápido y no hay lugar para el aburrimiento.

De repente, un trueno muy fuerte se oye a lo lejos. Un relámpago ilumina el cielo y, en cuestión de minutos, un segundo trueno llega acompañado de unas gotas de lluvia tan enormes, que todos corremos a refugiarnos bajo los soportales de la plaza. Las sillas, abandonadas a su suerte, terminan empapadas. En los ojos de los actores se dibuja una mueca de decepción, que contrasta con nuestras sonrisas. Alguien comienza a aplaudir y, pronto, todas las palmas juntas, producen un ruido ensordecedor.

En ese preciso momento, aprovechando la penumbra y la cercanía, una mano muy suave se desliza sobre la mía. No me hace falta girar la cabeza para saber de quién se trata. Hasta mí llega su maravilloso olor a violetas recién cortadas. Entonces olvido que estamos rodeados de gente y me concentro en ese instante, para disfrutarlo de principio a fin. Siempre tan huidiza, tan lejana… Y de repente, solo nos separa una columna. Hasta nosotros llegan los silbidos y vítores de la gente que ha comenzado a corear las canciones populares que todos conocemos.

Yo, tan ajeno a ello, solo siento el ritmo acelerado de mi corazón. Aún tengo sobre mi mano la suya. De repente deja de llover y todos comienzan a salir. Aprovechando el trasiego de gente, noto un fugaz beso en mi mejilla y la suave mano desaparece de la mía.

Entonces vuelvo mi cabeza. La busco, pero no la encuentro. Cuando localizo su vestido decorado con girasoles y sus largas trenzas, veo que corre hacia su casa sorteando los charcos del camino.

En el centro de la plaza todos de pie, porque las sillas están mojadas, esperan a que los actores se recompongan y reanuden la obra.

Siento que me invade la pena, porque se haya marchado; o quizá sea alegría, de haber conseguido algo que parecía inalcanzable.

El teatro termina. Los actores saludan. Aprovechando el instante, aplaudo a rabiar y digo su nombre en un grito ahogado que solo yo escucho: MARÍA.

Muchos años después, aquí sentado sobre una silla, cobijado del sol por el soportal que adorna un lateral de la plaza, recuerdo a aquella niña de trenzas, que una vez besó mi mejilla y que, tiempo después, acabó siendo mi mujer, aquella que compartió conmigo tantos ratos de lectura a la sombra, tantas funciones, meriendas con los amigos y fiestas del pueblo, que paso de ser una veraneante fugaz, a vecina perpetua todos los días del año.

Un beso María, donde quiera que estés, desde la plaza de aquel lugar en el que comenzó nuestra historia.

 
 
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