Jesús Iglesias Saugar es arandino. Tras llevar algunos años fuera ha vuelto para quedarse. Y lo ha hecho como emprendedor y facilitador social para la acción por el clima y la equidad desde Social Climate. Estudió Ingeniería de Telecomunicaciones, después Ciencias del Espacio y la Tierra, y posteriormente un máster en Desarrollo Sostenible antes de ello y nos atrae enormemente saber algo más sobre él.
-Vuelves a tu tierra cuando la línea de muchos jóvenes es marcharse. ¿Por qué?
-Por muchos motivos y todos me indicaban que era el momento. Además, me apetecía mucho. Quiero contribuir a una transformación positiva en la Ribera del Duero, aprovechando la necesaria transición justa de la economía y del modelo territorio en marcha, para mejorar la vida de nuestros mayores y crear oportunidades para los jóvenes, poniendo en valor nuestro patrimonio cultural y natural, desde una economía local inclusiva.
- ¿Cómo surge ser miembro de la Red de embajadores del pacto climático europeo? ¿Qué se hace en esta red?
-No recuerdo exactamente cómo me llegó la información, a través de algún contacto o red, pero enseguida me di cuenta que se trataba de una iniciativa alineada con mi vocación, a la que podía aportar bastante desde mi trabajo. La red de embajadores del Pacto Climático Europeo la componemos personas de toda la Unión Europea, 838 en Europa y 89 en España a día de hoy, tanto a título individual como en representación de alguna entidad como es mi caso, con el objetivo compartido de, actuando como intermediarios entre las instituciones europeas y la ciudadanía e instituciones y entidades a nivel local, catalizar la implementación del Pacto Climático Europeo en el terreno, según marca la ciencia y con la participación activa de todos los agentes sociales y económicos para que no dejar a nadie atrás, es decir con justicia social.
- ¿Qué es Social Climate?
-Somos una cooperativa que impulsa la acción climática basada en la ciencia, la cooperación y la equidad; a través de la innovación social, las soluciones basadas en la naturaleza, la economía local, la educación ecosocial y el turismo responsable. Con dichas herramientas diseñamos planes estratégicos de resiliencia climática para y con municipios, emprendedores y empresas, organismos internacionales, centros educativos, juventud y ciudadanía.
- Estáis promoviendo una serie de charlas sobre soluciones basadas en la naturaleza y economía local en busca de combatir el cambio climático y luchar por una igualdad social. ¿Hay soluciones para ello y se pueden adoptar de forma viable?
-Sí, sin duda, los organismos científicos no cesan de repetirlo, cada vez con mayor claridad como el reciente Sexto Informe del IPCC (Panel de Cambio Climático de Naciones Unidas): aún es posible frenar y limitar los impactos de la crisis climática y de biodiversidad manteniendo la habitabilidad del planeta, sin embargo la ventana de acción efectiva se está cerrando, debemos alcanzar el pico máximo de emisiones antes de 2025 y convertirnos en una sociedad enteramente post-carbono (sin combustibles fósiles) antes de mitad de siglo.
Las soluciones existen y son viables, lo que hace falta para ponerlas en marcha a la escala y velocidad necesaria, es movilización social. Una masa crítica de personas que desde todos los ámbitos actuemos, cooperemos y demandemos las políticas públicas que faciliten el cambio.
La crisis climática tiene origen antropogénico, la generamos los seres humanos, nuestra civilización de hecho. Por lo tanto, las soluciones tienen naturaleza social también. La tecnología ayuda a acelerar tendencias, pero el cambio real necesario es de comportamiento, y antes de eso de prioridades individuales sociales. Debemos dejar de lado el consumismo a nivel cultural, y el crecimiento ilimitado a nivel económico, redefiniendo el concepto de progreso en torno a indicadores más holísticos de bienestar, salud y felicidad; y siempre teniendo buscando la justicia social entre y dentro de los países.
- Pero ¿las soluciones tienen que ser globales o se pueden tomar de forma local?
-La acción efectiva ocurre a nivel local, es el ámbito donde, colectivamente, podemos tener una mayor influencia en lo que sucede, entender las relaciones causa-efecto, aprender y mejorar rápidamente, y compartir y disfrutar de los frutos de nuestro trabajo en comunidad. Pero la visión tiene que ser global (actúa local, piensa global) puesto que así lo son los problemas. Esto implica empatizar con otros territorios, especialmente los más vulnerables, y cooperar con los más cercanos, de forma que globalmente construyamos un mundo más justo, equitativo y resiliente. Si transformamos nuestro entorno local pensando globalmente, compartimos nuestros aprendizajes, cooperamos por el bien común y confiamos en la humanidad, otras pequeñas personas en otros pequeños lugares harán lo propio y lo conseguiremos.
- ¿Podemos decir que Aranda de Duero y la Ribera del Duero cuenta con una buena base para apostar por el clima y la soberanía?
-Así lo creo, firmemente. Aranda y la Ribera del Duero disponen de todos los ingredientes para ser un ejemplo pionero de esta transformación, por muchas razones: el tamaño ideal, la ubicación geográfica, el patrimonio natural y cultural y el talento. Si nos lo creemos, unimos fuerzas y actuamos a una, podemos hacerlo. El primer paso es juntarnos para co-crear un plan de acción, un proyecto común de territorio que nos ilusione y nos lleve a donde queremos.
- ¿Qué debería hacer?
-El camino pasa por relocalizar y diversificar nuestra economía, produciendo aquí para satisfacer todas nuestras necesidades básicas (alimentación, energía, sanidad, textil, cultura, educación…), reduciendo dependencias externas innecesarias y adquiriendo así soberanía frente a crisis globales. Pasa por aplicar soluciones basadas en la naturaleza (trabajar con y no contra la naturaleza), como la agricultura y ganadería regenerativa o la reforestación y gestión sostenible de los montes y espacios naturales para proteger y expandir la biodiversidad, generar resiliencia climática y ecológica, y todo ello creando empleos verdes e inclusivos en el mundo rural, atrayendo de nuevo a la juventud.
- ¿Y la gente, está concienciada?
-Según demuestra un estudio empírico de movimientos sociales transformadores en la historia, basta con movilizar de forma prolongada y suficiente a un 3,5% de una determinada población para alcanzar los cambios deseados. Si la comarca de la Ribera del Duero burgalesa cuenta con una población de 48,908 personas, tenemos que movilizarnos 1,712 personas (3,5%), el resto seguirán después. Ese es el objetivo.
- ¿Cuándo se debería hacer ese cambio?
-El momento es ahora. Como en toda crisis, junto al peligro aparece la oportunidad. Estamos actualmente ante una venta de oportunidad única para alcanzar esa masa crítica de gente movilizada. Con el precio de la energía por las nubes, la escasez generalizada y el reconocimiento de que el sistema actual nos hace vulnerables (pandemia, guerra, sequía), mucha gente está abierta y dispuesta a cambios en sus vidas y trabajos, tanto por necesidad (economía, salud) como por concienciación ambiental creciente, y deseo de algo más auténtico y social. La pandemia nos recordó lo que realmente importa y queremos: compartir la vida con gente y reconectar con la naturaleza. La guerra y la inflación nos ha mostrado que tenemos que vivir con menos pero que eso no implicar vivir peor ni menos felices, al contrario.
- ¿Quién debe de impulsar esos cambios? ¿las administraciones, las empresas o las personas?
-Aprovechar la oportunidad significa construir y proporcionar ahora alternativas al modelo actual que sean viables y mejores. Y eso solo lo podemos hacer entre todos, haciendo de hecho el esfuerzo para que aquellos colectivos y personas tradicionalmente excluidas (o en riesgo de) de la economía o sociedad, se encuentren en el centro de los beneficios de la transición. Como se suele decir en el movimiento por el clima: “para cambiarlo todo nos necesitamos todas”. No puede ser más cierto, la magnitud y urgencia de los cambios sistémicos necesarios implican que nadie puede quedar fuera, todas tenemos ser parte de la solución.
No obstante, existe también otro principio esencial en la acción climática: la responsabilidad compartida pero diferenciada. Si bien todos contribuimos al cambio climático, no lo hacemos por igual (solemos emitir más cuanta más renta), y no sufrimos las consecuencias por igual (más vulnerables cuanta menos renta). Por consiguiente, la acción de cada cual deberá ser proporcional a sus recursos, capacidades e implicación en el problema.
Siendo como somos personas, podemos actuar en todos los ámbitos de nuestras vidas: personal, profesional, ciudadano. Las administraciones tienen que allanar el camino con incentivos, facilidades, inversión pública, promoción. Las empresas apostando por las oportunidades emergentes de las crisis y la transición: economía local y circular, ahorro y eficiencia, energías renovables distribuidas, renaturalización y regeneración de ecosistemas, gestión sostenible del agua, salud holística y cuidados… una economía por y para la vida, en definitiva. Y las personas por poner nuestro dinero (compras, inversiones), y sobre todo nuestro tiempo, allí donde están nuestros valores y el mundo que queremos. Eso es innovación social.
- ¿Crees que las empresas de la comarca están concienciadas con que esta innovación social es necesaria?
- Sí, las empresas, las PYMES en particular que conforman la mayor parte del tejido empresarial y crean la mayor parte del empleo en nuestro país y en el mundo, por un lado son muy vulnerables a las crisis por sus escasos márgenes de seguridad, pero por otro también son muy ágiles y enseguida detectan y aprovechan las oportunidades derivadas de dichas crisis y de los cambios culturales acontecidos, como ha sucedido con la pandemia.
La Ribera del Duero no es la excepción: los costes energéticos elevados están llevando a un incremento enorme de la demanda de servicios energéticos (eficiencia, renovables) e incluso de viviendas pasivas (consumo neto cero o incluso negativo). Igualmente, las alteraciones de la cadena de suministro global están empujando a muchas empresas a buscar proveedores más locales y a desmaterializar su producción. Y similar con la crisis climática y su impacto en la agricultura y el vino: la fuerte sequía y altas temperaturas obligan a una mayor eficiencia en el uso del agua, utilizar variedades más adaptadas o formas de cultivas más resilientes.
-Háblanos un poco sobre la Ruta del Clima que se realizará en múltiples ciudades a mediados de junio. ¿Llegará a Aranda de Duero?
- Hablar de cambio climático está bien y es muy necesario. Mejor aún hacerlo caminando por tu ciudad o entorno rural, para ver en el terreno los impactos, las causas, las conexiones con otros retos y las soluciones de acción local que ya existen y a las que te puedes sumar. Eso son las Rutas del Clima y se dirigen a todos los públicos, en formato abierto o personalizado por grupos. En Málaga llevamos 25 rutas y más de 300 participantes en poco más de dos años. Ya se han unido Barcelona, Madrid y Granada. Y pronto en Aranda de Duero también, concretamente el sábado 11 de junio a las 11:00 de la mañana, con una ruta especial en torno al Día Mundial de la Localización Económica. El punto de partida y las inscripciones se anunciarán próximamente en riberaporelclima.org.
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