Con 67 años, el arandino Rufo Criado lleva toda la vida entre lienzos, pinceles e ideas que continuamente fluyen en su mente en busca de ser plasmadas a través de líneas, colores y profundidades. Porque esos son algunos de los ingredientes que bate en su coctelera del estudio de Milagros para ofrecer al espectador, sobre todo, sensaciones.
-¿Cómo comenzó tu relación con la pintura?
-A los 13 años a un amigo le regalaron una caja de colores y yo vi aquello como una cosa muy bonita. Se me dio muy bien en el bachillerato la asignatura de dibujo, llegué a sacar matrícula de honor examinándome por libre, pero tenía que ganarme la vida y opté por un tipo de trabajo en el que tenía las tardes libres. Me fui a Madrid, aprobé una oposición y trabajé en la banca, que no tiene nada que ver con la banca de ahora. A las tres cortabas radicalmente.
-¿Cómo fue tu vida en Madrid?
-Por la mañana estaba en una película que me aportaba una suficiencia económica para poderme dedicar a hacer exclusivamente lo que yo quería por las tardes. Allí descubrí, no el mundillo artístico, que eso ya vendría después, sino la experiencia directa de la pintura. Ver exposiciones continuamente es lo que creó el germen fundamental para después centrarme exclusivamente en él. Cada vez entraba más en el medio artístico y es entonces cuando libras la batalla como artista encontrando tu propio lenguaje. En Madrid estaba el Círculo Bellas Artes al que iba a dibujar por libre, y luego estaban las galerías y los museos que para mí han sido la escuela fundamental.
-Y el año 2003 surgió en tu vida Centro de Arte Caja de Burgos para ponerlo en marcha…
-Sí, estuve 15 años llevando a cabo el proyecto de arte. Era algo paralelo pero seguía habiendo esa división entre un individuo profesional, que afortunadamente era respetado en el medio artístico español, y luego estaba mi trayectoria profesional. En ese tiempo trabajaba con una de las galerías más interesantes de Madrid como era la galería Evelyn Botella con la que estuve 20 años. Tenía que mantener continuamente un prurito para no mezclar ambas cosas. Afortunadamente esta galerista, que era de las importantes, me llevó a muchas ferias como Arco, fui a la feria de Colonia, contacté con otros galeristas internacionales. Expuse en Londres, París, Nueva York ... La cosa se fue ramificando y justamente por la intensidad del trabajo que tenía llegó un punto, hace trece años, que quemé las naves de toda esa parte que podía darte una seguridad económica, porque era un trabajo muy interesante pero al mismo tiempo precisaba de una energía tremenda. Estaba viajando continuamente y eso tiene un desgaste muy grande y me absorbía una cantidad de energía hasta que llegó un momento que dije: “hasta aquí”.
-¿Y ha merecido la pena?
-Estos últimos 12 años han sido fantásticos. He hecho proyectos interesantes, que era lo que buscaba. Hice una itinerancia desde 2008 con el Instituto Cervantes con un proyecto de cajas de luz en las que tenía que ir a instalarlas porque en cada lugar se les daba un carácter determinado. Comencé en Palermo en una iglesia desacralizada, seguí en Nápoles en una barroca. Después vino Varsovia, Nueva Delhi y la guinda final fue en Tokio. Fue una experiencia muy interesante porque además no era una exposición al uso, sino que en cada sitio se hacía un montaje totalmente diferente. También he expuesto en muchos lugares en España, como en los museos de Bellas Artes de Santander, Burgos, Zamora, Centro de Arte de Alcobendas o el CAB de Burgos, añadiendo a eso galerías y ferias. Ha sido un periplo denso e interesante donde toda la energía ha ido vinculada en la dirección de dar lo que estoy siendo capaz de dar como artista.
- Volviste a tus raíces. ¿Nunca has pensado en irte a vivir fuera de Aranda?
- En los años 80 las grandes ciudades eran los lugares donde la experiencia artística se desarrollaba más, en Madrid se está produciendo la movida madrileña. Pero te voy a dar una pista de cómo se puede hacer un proyecto artístico fuera que además irradie: A Ua Crag. Lo iniciamos Néstor Sanmiguel y yo con una serie de personas vinculadas artísticamente y del mundo de la cultura, porque nació como una asociación cultural, aunque fue la plástica la que lo fundamentó. Fue una gran experiencia trabajar en una nave industrial, el desarrollo de intercambios internacionales, e incluso la presencia en Arco donde estuvimos tres años en una época en que había 800 solicitudes, el doble de las de ahora, para algo más de 200 stands. Al cuarto no nos admitieron porque éramos unos “infiltrados” al ser un grupo autogestionado. Con una obra muy interesante, sí, pero no éramos una galería al uso.
- Aranda de Duero fue un punto importante en la creación artística española en ese momento…
-Desde Aranda de Duero irradiamos, expusieron artistas interesantes y nos sirvió para que se fijaran en nosotros muchos museos. Vino el intercambio de artistas, como el que hicimos con Le Genie de La Bastille de París. Alejandro Martínez Parra, que estaba entonces en París, conectó con Esther Ferrer y nos puso en contacto con este grupo que contaba con 80 estudios abiertos. Nos dieron carta libre para que escogiéramos siete, pudimos escoger. También a través de una galería de Valencia conectamos con otro grupo de Rótterdam, Kunst&Complex, después con otro de Quebec… De toda aquella experiencia de una década se generó una gran documentación que nosotros donamos, creo que con buen criterio, al MUSAC y a la comunidad de Castilla y León como garante del museo. Hace seis años se hizo con ella una exposición en el MUSAC sobre A Ua Crag añadiendo una obra de cada uno de los artistas.
-A Ua Crag se extinguió, pero vosotros seguís ahí en el candelero artístico…
-Sé que hay gente que no valora lo que se hizo porque no tiene elementos para hacerlo. Muchos de los que estábamos en el grupo seguimos en activo: Julián Valle, Néstor Sanmiguel, Alejandro Martínez Parra, Rafa Lamata, Jesús Max, Javier Ayarza... Seguimos todos prácticamente y aquello no fue una cosa casual. A Ua Crag fue el fundamento de unas trayectorias que se han demostrado después.
-¿Personalmente qué es lo que ha aportado A Ua Crag a Rufo Criado?
-Para mí ha sido una experiencia extraordinaria como desarrollo de obra. Porque habitualmente el pintor va abocado al contexto de galerías que a la vez le llevan a ferias, un circuito donde la obra se articula casi inevitablemente en relación a la venta. La experiencia a todos nos dejó muy sembrados y muy enriquecidos con una cimentación como artistas muy sólida y con una capacidad de entender lo que es el arte como cosa seria, compleja y profunda que nos ha marcado para siempre.
-Recuerdo que en un intercambio con artistas de Rótterdam un camión desmanteló tu obra a orillas del río Duero…
-Como artista es durísimo que ocurran cosas así. Habían casi arrasado el frente del Barriles porque habían cortado todos los árboles y allí hice una intervención con tubos de acero pintados que tenían tres metros de altura anclados en el suelo. Se reflejaban y como fruto de ese reflejo donde está el embarcadero del Barriles coloqué una chapas que eran el eco del otro lado. Como era la época de la ampliación del hospital vino un tráiler, por el sendero en el que se pasea hoy, descargó todo el material y el señor ni corto ni perezoso arrancó de cuajo las piezas, las echó a un lado y tan campante. Yo no sabía nada cuando pasé por el puente y digo: “¿Dónde están mis piezas?”. Ya sé que el arte contemporáneo es complicado, es difícil, pero se merece un mínimo de respeto. No puedes despreciar lo que no entiendes solo por el hecho de que no lo entiendes. Si no te interesa pasa de largo, pero desde luego no lo arranques.
-¿Cómo es un día normal en la vida de Rufo Criado?
-Con fidelidad hacia la creación, hacia la pintura. Vela Zanetti me echaba unas broncas tremendas porque no le dedicaba diez horas al día a la pintura, yo no necesito ese tiempo. La inspiración surge cuando estás trabajando, es cierto, pero no quiere decir que tengas que estar trabajando diez horas. Voy prácticamente todos los días al estudio, pero también la parte reflexiva es fundamental. A veces me siento en mi butacón y estoy mucho tiempo mirando la obra de forma analítica. Porque todo son decisiones, un cuadro es una sucesión de decisiones en las que vas eliminando o escogiendo aspectos que al final van a configurar la obra definitiva.
-Has sido un pintor autodidacta, ¿no te has planteado enseñar?
-Esa vía no la he rehuido, pero desde un planteamiento mucho más concreto y específico. Vivimos en la época de “las titulitis” y yo no las tengo aunque sí que tengo muchos conocimientos. He dado talleres, como el que hice hace dos años a través de la asociación de vecinos de la zona Centro, pero tampoco me puedo dedicar a ello salvo en momentos puntuales.
-¿Qué han supuesto las nuevas tecnologías?
-Es una tentación si te dejas llevar y es algo que siempre ha ocurrido, solo que cada época aporta unas tecnologías determinadas. Por ejemplo, en el siglo XVII Vermeer obtuvo un conocimiento de la óptica a través de un amigo y eso es lo que le permitió plasmar ese realismo que me deja anonadado. Si no se hubiera servido de la tecnología de esa época no hubiera sido capaz de hacer unos cuadros tan impresionantes. El ordenador entró en casa no por mí, sino por un hijo. Hasta 13 años después de que entrase no expuse las primeras cajas de luz y durante todo ese tiempo estaba dejándome llevar. Es como aprender a conducir, primero el coche te lleva a ti hasta que llega un momento que tú lo llevas donde quieres. Tardé 13 años en familiarizarme con la herramienta hasta que hice una exposición monográfica en Madrid de cajas de luz. Utilizas una tecnología, sí, pero el proceso y el desarrollo es un esquema de siglos. He utilizado pixeles, por ejemplo, en las composiciones que se encuentran en el museo de cerámica. Son digitales, pero una vez impresas sobre el lienzo las modifico en un 80%.
-¿Qué es un cuadro?
- Un cuadro es una experiencia visual que no hace falta entender. Tienes que verlo y no es necesario estar dando pistas y pistas, porque son las pistas las que te van distrayendo; te vas contento porque entiendes lo que te han explicado, pero no hay atajos,
-¿Qué otras cosas le gusta hacer a Rufo Criado además de pintar?
-Me gusta mucho pasear. Decidí hace 23 años montar el estudio en Milagros porque el entorno es fundamental. A veces me fundo y me confundo con el paisaje para que la trasmisión de sensaciones, sonidos y esa presencia del agua como reflejo me llegue. Para mí el reflejo es una de las formas de percibir la abstracción pictórica más fascinante. Soy un animalito más y comparto aquello con los corzos, que cada vez se acercan más, con los buitres, que sobre todo los días de viento es un placer verlos. Me considero una persona privilegiada porque consigo algo que para mí es fundamental, el silencio, allí puedo pasear en silencio escuchando lo que los paseos me transmiten, las ideas me surgen de una manera natural, veo las cosas con más claridad. Todo el exterior te transmite, y a mí me transiten la naturaleza y el silencio. También me gusta viajar. He tenido la fortuna de viajar mucho a otros países y eso me ha enriquecido mucho porque me ha dado mucho que pensar.
|