Velatorio, un acto de vigilancia

En la Edad Media los velatorios servían para mucho más que para despedirse

24/06/2019 15:05 | Begoña Cisneros
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Juntarse alrededor de la persona que ha fallecido para velarla antes del enterramiento o incineración es una tradición que parece ancestral pero cuyo origen se remonta a la Edad Media. Y su realización no tenía otro objetivo que el de asegurarse de que el deceso era real y que no se trataba de un caso de catalepsia que simula la muerte.

Hace unos siglos no se disponían de los avances que se han ido introduciendo en la medicina y no era nada extraño la “muerte” por envenenamiento. El estaño o el plomo, utilizado en la confección de vajillas y vasos, al tener contacto con ciertos alimentos como el whisky o la cerveza, provocaba en la persona un trastorno en el sistema nervioso que impedía la movilidad y la sensibilidad del cuerpo, que permanece paralizado.

La apariencia es la de la muerte porque los signos vitales son muy débiles y hace siglos era muy difícil diagnosticar la catalepsia. Por eso se optó por velar (vigilare en latín) a la persona por si se detectaban señales de vida. El trastorno podía durar horas, pero también se han dado casos de que el individuo se encontrase durante días en un estado de inconsciencia o de consciencia, pudiendo oír y ver lo que ocurre a su alrededor.

En la actualidad, en todo el mundo se vela a las personas fallecidas, ya no con esa finalidad, sino que se utilizan estas horas para decir el último adiós ante el cuerpo de la persona que hemos perdido. Y aunque se trata de un momento muy difícil nos permite reconocer la realidad de lo que ocurre y a aceptarla.

Imagen: ‘El velatorio’ de José Pérez Ocaña

 

 

 

 
 
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