Recuerdo que hace unos meses, en verano, varias personas llamaron a la emisora donde trabajo para, entre lágrimas, narrar el drama que supone lo que lleva sucediendo desde entonces en el cementerio de Aranda. No había, ni hay tumbas y se está enterrando en tierra. Algo que tiene una connotación de daño moral que agudiza la tragedia que ya de por sí viven las familias en esos momentos. Ha dado igual las denuncias públicas desde el verano, los escritos por parte de las personas que lo han sufrido… Es un peldaño más al luto. Uno más porque se suma a otros. Esos familiares que se han visto obligados a ayudar a dar sepultura a sus seres queridos por las carencias de enterradores, o aquellos que han tenido que esperar más de 48 horas para inhumar a sus fallecidos.
Algo que, para el Ayuntamiento, no es prioritario. Ni tan siquiera, importante. ¿Puede haber un mayor ejemplo de falta de empatía con los ciudadanos? ¿ Existe algo que se aleje más del deber de servicio público? Probablemente no. Está tan alejado de los interesas políticos que cuando el tema trascendió a una televisión nacional, al tratarse de un asunto de tan sensible calado, a la regidora arandina le preocupó más saber cómo había llegado esa noticia a primera línea de la información, que solventar el problema. A las pruebas me remito.
Y eso me ha llevado a dedicar estas líneas, a esas pequeñas cosas del día a día. Esas que ayudan a mejorar la calidad de vida de los vecinos de una localidad, pero que al no copar ni fotos ni grandes titulares, al no tener anchas cintas rojigualdas que cortar, no interesan políticamente hablando. Asuntos como el cierre de los centros de mayores de San Juan y del Polígono, o la situación de abandono que sufre el de Santa Catalina. Los dos primeros no se han llegado a abrir desde que empezara la pandemia, a pesar de las reiteradas quejas, de las recogidas de firmas y de la importancia que tienen como lugar de encuentros y momentos de ocio para una parte importante de la sociedad. El único centro municipal abierto, el de Santa Catalina, se ha convertido en un centro fantasma de aquello que algún día fue. Ya no es "solo" que se suprimieran servicios demandados como la peluquería o la podología, es que se ha llegado a tal punto que el usuario que quiera jugar a las cartas se tiene que llevar hasta su propia baraja. Pero esas pequeñas cosas no importan.
La asencia de parques infantiles en condiciones, el deterioro del termómetro de los Jardines de Don Diego que lleva años siendo el hazmerreír, los más de 18 meses en los que no se han podido comprar libros en la biblioteca, casi el mismo tiempo que llevan los extintores sin revisión ni actualización... Son algunos ejemplos de esas cosas del día a día... También lo son las instalaciones deportivas y culturales que no abren sus puestas durante los fines de semana, los ascensores estropeados en la eternidad del tiempo, los pasos de cebra que ni tan siquiera se intuyen o los baldosines en auténtica libertad de movimiento... Y tantas otras cosas.
Esos pequeñas temas que parece no importar a nadie… O, para ser más correctos, no importan durante tres largos años y medio. Ahora, que acercan los tiempos de promesas, los tiempos de programas electorales, hasta la menor anécdota pasará a ser un proyecto de futuro… El papel lo aguanta todo. Los ciudadanos, algo menos...
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