Esta será la última crónica de este año. Marca la tradición que es hora de hacer balance, y para qué vamos a llevar la contraria a los tópicos. Lo hacemos. Aunque con el evidente riesgo de adentrarnos en ese bucle infinito, ese más de lo mismo tan similar a la admirada película ‘El Día de la Marmota’. Al hacer el recorrido por los méritos y deméritos queda una sensación de desánimo. Entre la pandemia, los escasos cuasi nulos logros municipales, la ausencia de las promesas regionales o nacionales, quizá lo mejor sería pedir una prórroga para sacar un poco de optimismo.
¿Cuál ha sido el logro que ha experimentado nuestra ciudad en 2021? ¿Qué es lo mejor que ha pasado municipalmente hablando en los últimos 365 días? Tic, tac, tic, tac… Pienso y repienso. Vuelvo a repasar. Incluso pregunto y la nada es la respuesta. Al estar escribiendo estas líneas el día 28 de diciembre, podría haber redactado este espacio de opinión a modo de invento, cual Inocentada, seguro que hubiera quedado más divertido y esperanzador. Pero me toca poner el chute de realidad.
Por sacar algunos aspectos positivos, en este 2021 se ha logrado obtener la prolongación de la Capitalidad Europea del Vino a 2022. Eso tendría que ser algo bueno, siempre y cuando se sepa aprovechar la oportunidad. Se han tenido dos años extra para poder diseñar y mejorar aquello que se tenía previsto para 2020, pero a primera vista, el programa es el mismo. Este año también se ha logró ampliar la plantilla de la Policía Local, pero las fugas continúan y se pierden efectivos por momentos. Otra cosa buena, la subvención que ha llegado de 150.000 euros para la Agenda Urbana 2030. Ahora lo que queda por entender es qué es ese documento y para qué va a servir, más allá de para pagara a una consultora y que sea más fácil acceder a fondos europeos. La verdad es que los que somos pragmáticos no llegamos a comprender esos documentos, más cuando ya hemos contado decenas similares, que se apilan dentro de un cajón en el ostracismo más absoluto. Unos folios que nos dicen que la ciudad va a llegar a tener 50.000 habitantes, que tiene que ser vivible, bonita, limpia, cívica y transitable. En los papeles todo queda precioso, pero llevarlo a la realidad a través de la gestión es otro aspecto que está a años luz. Más cosas, las obras, que no han empezado, pero que se han adjudicado. La Avenida Castilla, por ejemplo, cuyo proyecto se diseñó hace seis años. Harán bueno el más vale tarde que nunca y esperaremos ahora a los Jardines de Don Diego.
Al otro lado de la balanza. Este 2021 ha sido el año en el que cientos de usuarios han visto como les han cerrado en las narices con las puertas de la piscina cubierta municipal. Un portazo en la cara sin fecha de caducidad y sin sonrojo. La misma actitud que se mantiene con el esqueleto de la comisaría de la Policía Local que si llega en algún momento a convertirse en realidad será a precio de doblón (pagamos todos). O el picón, que dos años después no se sabe ni tan siquiera si se va a poder utilizar y que esa situación ya dejó a los más pequeños sin feria durante las pasadas fiestas patronales. Entre esos pequeños, unos en concreto, los del colegio Santa María, tuvieron que coger los bártulos y trasladarse al ICEDE porque su Consistorio no llegó a tiempo para hacer las obras cuando debía, en verano.
En todo un año se ha sido incapaz de garantizar la seguridad de los ciudadanos con la falta de retén de guardia de bomberos. Desde el 1 de enero cruzando los dedos para que no pase nada y que la suerte acompañe a la gestión que ni se preocupa. Tampoco salió, y se suma así un año más, la restructuración de puestos de trabajo. La biblioteca no puede comprar libros, los museos están cerrados, los quioscos de El Barriles y La Huerta clausurados, los caminos en estado similar al Oeste americano y un largo número de etcéteras.
Eso en un resumen rápido, sin pretender aburrir, podría eternizarme en el tiempo. Un balance que ya auguro que chocará de frente con el que haga el gobierno municipal que ya en el mes de mayo, al cumplir la mitad del mandato, afirmaban que habían cumplido el 70% del programa electoral (se referirían al del 1995). Una dosis de autocrítica sería positiva para los propósitos de los munícipes para el nuevo año, o que lo pidan a los Reyes Magos. Los ciudadanos saldríamos ganando
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