El debate sobre la reinvención o revitalización de las fiestas patronales planea desde hace muchos años. Evidentemente, hay dos posibilidades. Recortar la duración de las fiestas, o hacerlas más ambiciosas, adaptadas a los tiempos en los que estamos y a lo que es una ciudad de 35.000 habitantes. La primera de ellas pondría sobre la mesa dejar el calendario festivo en la mitad, desde el viernes hasta el martes festivo. El tema se ha hablado a nivel interno en ocasiones, incluso algún partido lo ha llegado a proponer, pero a ver quién se atreve a poner el cascabel al gato. La segunda alternativa llegaría en la misma extensión actual, pero con unas fiestas trabajadas, diseñadas desde la creatividad y la participación. Lo que viene a ser una programación cuidada y de calidad. Evidentemente pasaría por una inyección económica más importante, o mínimo priorizar la calidad frente a la cantidad.
Hay como una especie de temor a inyectar más presupuesto para las fiestas patronales, parece que lo ven como políticamente incorrecto, pero la verdad es que la inversión en el programa no se ha incrementado desde hace años, incluso ha disminuido. Este es un mensaje populista de si nos lo gastamos en fiestas no arreglamos calles o no tenemos la ciudad decente. Una cosa no tiene nada que ver con otra, puede haber espacio para todo. También lo contrario, puede pasar lo peor, que ni fiestas decentes, ni calles arregladas, ni mejora en los servicios y el dinero a remanentes. Como que nos quiere sonar.
Vamos a centrarnos en la novedad. Y es que la estrategia de reinvención que ha utilizado este Ayuntamiento ha sido intentar aprovecharse de otros para tapar sus vergüenzas. Tirar de los éxitos de terceros, para intentar desviar la atención de carencias y falta de ideas. Hablo de la petición de la Concejalía de Festejos al Consejo Regulador de la Denominación de Origen Ribera del Duero, que cambie su fecha de su Gran Fiesta de la Vendimia. En resumen, que traslade esa cita marcada en el calendario el último fin de semana de septiembre (a las puertas de las labores de recolección de la uva) para ubicarla el segundo fin de semana de las fiestas patronales. De esa manera, explicaba el Ayuntamiento ante la (imagino) atónita mirada de Ribera del Duero, las fiestas terminarían el jueves y luego llegaba la Vendimia. Eso sí, esa gran fiesta tenía que absorber en su programa, por ejemplo, la tarde de toros pendiente del segundo sábado, y otras actividades que se empaquetaban ya en la celebración de Ribera del Duero.
La realidad es que la fiesta de la Vendimia (así lo ven sus organizadores), nada tiene que ver con las fiestas tradicionales arandinas. Es una celebración de una comarca al completo, con un apego al terruño y a la cultura del vino, a la puesta en valor de la vendimia, y un programa de calidad hecho para el consumidor de las propuestas ribereñas. Sonorama Ribera, desde hace ya muchos años, ha eclipsado unas fiestas patronales que están protagonizadas por la falta de ideas. Lo que no se contaba es que iba a llegar otra celebración, más cercana a la programación festiva que, en apenas cinco años de vida, ha demostrado tener un tirón y una calidad musical, lúdica y organizativa, muy por encima del corta y pega que se ve en el programa año tras año.
Por otro lado, es curioso que la Concejalía de Festejos haya decidido dar ese paso de hacer esta propuesta en solitario, cuando las relaciones con la fiesta del Consejo Regulador y el apoyo a Vendimia son competencia directa de la Concejalía de Promoción y Desarrollo. Supongo, que ahora mismo, no es el momento en el que deba hablar Ribera del Duero porque se encuentra inmerso en un proceso electoral. Seguro que también, y de forma paralela, digiriendo esa petición que desde luego deja a cualquiera sin palabras. Desde luego que se pronostica un no rotundo a la propuesta.¿Tendrán un Plan B?
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