La ronda interna, esa que todos deseamos tanto, vuelve a estar de moda (o a este paso demodé). Ahora, algunos se han sorprendido porque este año no se vayan a comenzar las obras, cuando ya en la hoja de ruta, en la de los pasos, los plazos, la burocracias; los tiempos marcaban que no se iba a mover una piedra hasta mínimo bien entrado 2026. Por eso, no está presupuestado dentro de esas cifras de 2025 que no han entrado todavía en vigor porque están en periodo de exposición pública y ‘a la espera’ de alegaciones. Los pasos en la futura infraestructura viaria que unirá los barrios de Santa Catalina y La Estación, están claros: proyecto, evaluación de impacto ambiental, expropiaciones, licitación más contratación, y que se empiecen a mover las máquinas.
Hasta ahí el planning previsto, aunque la realidad hace plantearse una reflexión con mucho más fondo. La estrechez de miras que se sufre en esta ciudad para acometer hasta las infraestructuras estratégicas con más visión de futuro. El complejo que se tiene para ejecutar proyectos ambiciosos, porque a veces una mayor inversión, incluso si es necesario el endeudamiento, significa una apuesta de cara al desarrollo y la evolución. Se puede achacar a la herencia, al plan general, o al menor número de expropiaciones y, por lo tanto trabas; pero que en pleno siglo XXI se vaya a construir una infraestructura con un único carril de circulación por sentido, no parece algo muy moderno. Ni lo parece, ni lo es. Se intenta saldar una deuda histórica pendiente con una especie de quiero y no puedo. Dos puentes, uno de gran tamaño sobre el Duero, un zona peatonal y ciclista muy sostenible, pero en definitiva una vía rápida que serpentea en su trazado buscando el menor precio posible a la hora de hacerse con los terrenos por los que tienen que pasar. Poco se ha hablado de ello, quizás ha pasado hasta desapercibido para muchos que no son del todo conscientes de la realidad, pero es así. Podrán argumentar que es un vía rápida, que para gran vial se hará la circunvalación Este por parte de la Junta. Eso será si es que algún día llega, porque ya suma casi quince años de retraso (y lo que queda). En cualquier caso, esa circunvalación propone un itinerario muy largo y que no solventa el día a día de las personas que pretenden desplazarse en coche desde barrios periféricos sin pasar por el centro. En el año 2003, nuestros gobernantes se confundieron al apostar por impulsar (a través de la Junta) la M-40, en lugar de la M-30. Más de dos décadas después, no tenemos ni una ni otra. La más cercana, suena a un premio de consolación, pero la suerte está echada.
Dejando de mirar al futuro y centrándonos en el presente, sorprende (y no positivamente), una vez más, el estado salvaje de nuestras zonas verdes. Ya sabemos que la excusa recurrente es la de siempre, que ha llovido mucho, y la naturaleza se ha desatado. Desde luego, los parques y jardines se asemejan a una selva, con algunas alturas de las hierbas que permiten jugar al ‘Escondite’ a los más pequeños. Una maleza que puede conllevar problemas ya no sólo para la estética (que también), sino para plagas y demás familia. Ayuntamiento o empresa, es responsabilidad de ambos. Menos más que ya solo quedan cinco meses para que ese servicio esté municipalizado y asumido directamente por el Consistorio (léase con auténtica ironía y escasa confianza). Tic-tac.
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