Cuenta la leyenda que esta es la semana del retorno a la realidad, de la vuelta a la rutina, del comienzo del curso en serio, tanto el escolar como el político. Es verdad que viviremos una pequeña moratoria el próximo fin de semana con la fiesta de la Vendimia que también, casualmente, coincidirá con el cumplimiento de los cien días de gobierno municipal. Esos tres meses de cortesía que en un pacto no escrito se tiene que dar a los nuevos gobernantes antes de comenzar la ‘guerra’ política. Esos cien días llegarán el 25 de septiembre. En el plano político hay ganas de ir tachando números en el calendario para comenzar el jolgorio.
La cosa se torna animadita en casi todos los sentidos. Por ejemplo, con el adiós de la exalcaldesa como portavoz del Partido Popular. Le ha costado, pero al final se ha ido (o le han ‘animado’). Del sillón del Ayuntamiento, que no de la vida pública, donde hace valer su puesto de senadora para que la gente no se ‘olvide’ de ella y de su legado (ejem). Deja al grupo claramente divido y con una falta de liderazgo evidente, por mucha sucesora que anuncie que ha nombrado. Eso sí, a dedo, como hacen en los buenos partidos. En frente, los socialistas no presentan una mayor unión y eso también se percibe con claridad. Buscan rehacerse tras el batacazo electoral y no terminan de encontrar su sitio de cara al futuro, con un entendimiento que cada vez parece más lejano con el equipo de gobierno, a pesar de que algunos lo daban por hecho hace un par de meses.
Un gobierno municipal que, de momento, se encuentra en una especie de burbuja tras unos primeros compases en los que se les ha reconocido un cambio de talante y estilo en la forma de hacer las cosas. Se puede respirar (metafóricamente hablando) y eso se nota, y mucho. En cualquier caso, es importante no olvidar que eso no va a dar una eterna patente de corso, por lo que será hora de pasar a la acción ejecutiva. Los gestos son muy importantes, pero también los proyectos, la capacidad de hacer grupo, e incluso la autocrítica. Por cierto, no me olvido tampoco de VOX, quizás el partido que más sabe cuál es su lugar y su postura. La oposición.
De momento, se pone el punto final a unas fiestas patronales que han tenido algunas luces, también algunas sombras, y mucho más de lo mismo. Defienden que no se puede hablar de unas primeras fiestas de la nueva era municipal, porque no ha habido tiempo material para organizar una programación a su medida, que eso ya será en 2024. Ha habido aciertos, como primar la calidad frente a la cantidad en los conciertos, optando por dos citas estelares que tuvieron un respaldo importante del público, aunque terminaran ambas pasadas por agua. Dicen que el tiempo es lo único que no se puede contratar. También se ha aplaudido el llevar la magia a los colegios para amenizar los días lectivos. Eso sí, el daño colateral se ha visto en las calles desiertas de actividades (y gente) en las jornadas laborables.
En definitiva, se ha vuelto a demostrar que son muchos días de fiestas y que para llenar las numerosas jornadas se necesita inyección económica y mucha imaginación. Hay otra alternativa, tirar del bárbaro modo y acortar las fiestas patronales. Como esa decisión es polémica y no llegará, quizás una de las soluciones será empezar a quitarse los complejos de que las fiestas son gastos, y verlas como una inversión. Esperaremos a 2024.
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