El serial de cada verano ha aterrizado una vez más, aunque en esta ocasión con algo menos de fuerza. El agotamiento que ha supuesto la problemática y polémica (casi de escándalo) que se ha prolongado durante dos eternas décadas, unido a la decadencia de la afición a la denominada Fiesta Nacional, ha ido calando en un asunto que ha caído en popularidad. Siempre hay excepciones, pero en la generalidad es así. Es el caso de la plaza de toros Ribera del Duero, esa construcción ilegal, sin licencia de apertura, con numerosos incumplimientos en seguridad y en materia urbanística, y una incógnita sin respuesta: qué va a suceder con un problema de muy difícil solución.
Que no va a haber toros en esa instalación el próximo mes de septiembre era de sobra sabido desde hacía meses. Algo innegable. A pesar de ello, como dicen que no hay más ciego que el que no quiere ver, todavía en el ambiente se escuchaba algún runrún que dejaba abierta esa puerta. Una manera de generar ciertas expectativas que llegan a ser contraproducentes y frustrantes. Ante eso, mejor luz y taquígrafos. Eso es lo que han debido pensar en el Ayuntamiento para convocar a las peñas a una reunión donde se dio el minuto y resultado del problema, cerrando cualquier pequeña posibilidad de abrir esas puertas a la feria septembrina. Seguramente, se tenía que haber hecho incluso antes. En el encuentro se contó la situación actual, pero respecto al futuro, todo parece en el aire. Que si cumplimiento de la legalidad, que si valoración de las obras para abrir una negociación, que si reversión… Muchas hipótesis y pocas certezas en un tema que es tan complejo y depende de tantos factores que cualquier solución no será buena, ni rápida, si es que se llega a encontrar alguna. Eso sí, existen varias máximas que, se supone, debieran ser inamovibles: el proceso tendrá que cumplir la legalidad y sin suponer un coste millonario para las arcas municipales (ya que no hemos cobrado ni el precio de los terrenos, ni las cesiones gratuitas de la instalación...). En resumen, allí se habló de tomar una decisión a principios de año. La reversión se considera eterna en el tiempo, la restauración de la legalidad depende de la voluntad de un propietario que no parece estar por la labor de invertir, y la valoración de las obras para negociar una compra-venta esconde un truco envenenado porque esa instalación tiene una hipoteca.
Dicho esto, una vez que ya se ha cerrado el tema de las tardes de toros, ahora se abrirá el debate de si bajada sí o bajado no. Hay algunos colectivos penísticos que apuestan por seguir la tradición, aunque no haya feria. Otros piensan que no tiene sentido y hay que variar esta actividad dando un giro diferente, con conciertos de charangas en diversas zonas. Buen momento también para abrir el melón del futuro de las fiestas patronales y la necesidad o no de reinventarlas. Un debate que es imprescindible abordar urgentemente y no vale ignorarlo más. Este año se ha llegado a poner tímidamente sobre la mesa, pero se desechó a la primera ‘chinita’ que se encontró en el camino. Es verdad que había poco tiempo para tomar una decisión controvertida, pero no hay que dejar que esto se estire eternamente. Hay varias cuestiones importantes como la posibilidad de cambiar las fechas, adelantarlas porque coinciden ya con el calendario lectivo a todos los niveles, y porque muchas voces ven idóneo situarlas en los primeros días de septiembre. Otro tema se centra en si es necesario tener diez días de fiestas o no estaría de más acortar la programación, ya que hay numerosas celebraciones a lo largo del año y especialmente en verano. No hay que obviar tampoco la necesidad de abrirse a nuevas ideas para dar un giro al programa, adaptándolo a los tiempos actuales con inversión y calidad.
De momento, este año, la programación tendrá que pasar una prueba de fuego a mayores, sobrevivir con éxito tras un fin de semana previo con una celebración fuerte y multitudinaria como la Fiesta de la Vendimia a dúo con la fiesta de la peña Tierra Aranda. Hay un riesgo real de que se engulla el reclamo de las fiestas patronales, provocando un éxodo en los cuatro días festivos. Todo se verá.
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