Dicen que la verdad suprema no existe y que muchas veces lo más cercano a esa realidad se sitúa en un lugar intermedio. La subjetividad y la afección son dos factores que entran en juego para crear tan diversos posicionamientos. En estos días, sucede en la localidad de Milagros, con ese enfrentamiento de los vecinos en contra de la planta de biogás que se pretende implantar en el municipio. No puede haber dos versiones más enfrentadas. Entre lo bueno e inocuo que es el proyecto que defienden unos, y lo malo y nocivo que es para la salud que mantienen los contrarios. De la propuesta de viaje a Holanda a los habitantes para visitar las bondades de una planta similar, a las consecuencias negativas que tendrá para la zona en una lucha liderada incluso por algunos profesionales de la sanidad. La prueba de fuego para aportar más luz a este asunto estaría en conocer si a los impulsores del negocio les gustaría vivir a unos pocos cientos de metros de una planta de estas características, que sus hijos fueran a un colegio situado en las inmediaciones, sus mayores habitaran en la residencia cercana, incluso qué pensarían si tuvieran allí sus explotaciones agrarias. En cuanto a los detractores, no estaría de más saber si mantendrían la misma opinión si su puesto de trabajo se situara en esa planta o si aplaudirían el proyecto si estuviera a unos cuantos kilómetros vista. Desde luego, hay una máxima que se impone sobre cualquier teoría, pocas personas (o casi ninguna) quieren una planta de estas características cerca, como tampoco una granja de cerdos próxima a sus viviendas. En el ámbito del porcino, tenemos numerosos ejemplos en toda la comarca. No se puede dulcificar esa realidad, como tampoco que en algún sitio se tienen que ubicar.
La normativa ampara tanto a las plantas de biogás como a las granjas, y los proyectos cumplen la legalidad logrando los permisos por parte de la Junta. Es evidente que sólo algo tan extraordinario como ha podido ser un pájaro en peligro de extinción, la Alondra Ricotí en Haza, ha podido echar por tierra la iniciativa de porcino proyectada. El equilibrio entre el negocio, el consumo, la paz social y la vida rural, es difícil de encontrar. Se suelen sondear los lugares donde menos respuesta social hay en contra de este tipo de iniciativas, y en Milagros parece que había pasado desapercibido (al estar situado en un polígono industrial). El éxito de las movilizaciones en Fuentelcésped y la puesta en el foco informativo de este tipo de negocios, seguramente ha llevado a que se actúe con mayor rotundidad. Sin ir más lejos, en la cacerolada vivida en la tarde de ayer.
Al ‘descartar’ la implantación de la planta de biogás de Fuentelcésped, la empresa que abandonó el proyecto por la oposición vecinal se despachó a gusto en una nota de prensa, viniendo a decir que en los pueblos tenían lo que se merecían. Argumentaban que cómo no iban a estar ‘muertos’ si dejaban escapar proyectos que generan puestos de trabajo y riqueza. De alguna manera, se venía a decir que esta España se estaba vaciando porque así lo decidían sus habitantes. Un planteamiento, supongo, que salía del malestar por no haber sacado adelante el negocio previsto, pero totalmente injusto para el mundo rural y su gente. No es aceptable pretender llenar estos enclaves sólo de los proyectos que no quieren en ningún otro sitio, especialmente en lugares donde van a tener más personas para ejercer la presión en contra. Si hay que crear oportunidades, puestos de trabajo y vida en los pueblos, hay muchas fórmulas que tendrán que compensar también en positivo. Ya no sólo en las iniciativas empresariales, también en las públicas: que los vecinos y las empresas tengan buenas conexiones a internet, comunicaciones, asistencia sanitaria, servicios sociales, o un agua de calidad que no esté plagada de nitratos…
Sin duda, es importante poner el foco en cuidar los valores en alza que han contribuido a que el mundo rural en esta comarca haya sobrevivido más dignamente a la sangría poblacional. Por ejemplo: el viñedo y el vino, incluso en el enoturismo y el turismo rural. Fortalezas que hay que preservar, valorando mucho el territorio que queremos ‘vender’ también a nuestros visitantes. Por lo tanto, habrá que buscar el equilibrio entre unos y otros. Y sobre todo, las oportunidades, pero no sólo las que nadie quiere.
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