Cuando en la reunión de Sentir Aranda celebrada el lunes de la semana pasada, los temores de la agrupación local se centraban en si quien ya presumían como inminente exconcejala iba a mantener o no su acta como edil en el Consistorio y hacer aún más difícil la gobernabilidad, quedó patente que las hojas no les dejaban ver el bosque. La situación de tensión latente que se vivía desde un mes atrás en el seno de la fuerza mayoritaria del gobierno municipal se intuía, pero nada hacía presagiar una crisis tan evidente y fulminante, ni tampoco los detalles. A partir de ahí, ha llegado el tsunami de datos con el testimonio de la ya exconcejala de Personal. En su relato alude a autoritariasmos, desautorizaciones, faltas de respeto, mentiras, excesos de poder de una funcionaria a quien se le llama a “liderar” el Ayuntamiento, y detalla un episodio con el primer edil en el que afirma sintió “miedo”. Testimonio al que la propia concejala saliente ha puesto voz a través de unas declaraciones realizadas a quien escribe esta Crónica. Esa narración se vio resumida, además, en su escrito de renuncia al acta como concejala. La exedil mantiene que posee pruebas para demostrar todas y cada una de esas afirmaciones. Si es así, el relato no debería quedar sólo como una denuncia ante la opinión pública, sino que se tendría que elevar ante la justicia, por aquello de garantizar la credibilidad.
Dicho esto, los aludidos deberían utilizar el mismo medio, el juzgado, para defender su verdad, si es que consideran se está atentando contra su honor o se están vertiendo injurias y calumnias. Más allá de la presunción de inocencia, la duda puede quedar en el aire si no se es igual de ejecutivo en acudir a la justicia como se ha sido en casos anteriores. A estas alturas, y con el testimonio de la exconcejala, no valen comunicados lanzados en redes sociales en los que parece que el papel lo aguanta todo. Hay que ser algo más tajante porque en esas líneas distribuidas en dos folios se aludía a muchos aspectos, pero no se entraba a desmentir ninguno de los hechos relatados en el escrito de renuncia ni en sus declaraciones públicas. Pasó de ser (el martes) la mejor concejala de Personal de la historia a, dos días después, ser descrita como “conflictiva”, “poco flexible”, “ajena a las necesidades del grupo” y con afán de "querer hacer daño" (hubiera hecho más de haberse quedado con el acta en los No Adscritos). Desde luego, también se necesita una explicación pública y abierta a preguntas que nos revele más datos, qué versión vale si la del martes o la del viernes, porque está claro que estamos huérfanos de esa información. Esta vez, la estrategia de comunicación ha hecho aguas.
A los ciudadanos no nos importa si la concejala era miembro o no de la Asociación Sentir Aranda, si estaba alejada del núcleo duro de ese colectivo, o de si los responsables municipales son más o menos ‘coleguis’ entre ellos. En los trabajos, también en los de gestión pública, se está para ejecutar las labores desde el respeto y en la búsqueda de efectividad. Ahora, más allá de este problema surge otro, qué va a pasar con la Relación de Puestos de Trabajo y el resto de los asuntos de personal que han quedado avanzados, pero inconclusos.
Dicho esto, todo apunta a que ha llegado el momento de que algunos se quieran sumar a un carro que avive aún más el fuego, con testimonios que habrá que estudiar si son creíbles o sólo intencionados. Y, a los grupos de la oposición que dicen que se ven presiones y situaciones en este Ayuntamiento que no se han vivido nunca; les recuerdo que en los últimos doce años se ha gritado a trabajadores mientras se les rompían informes que no gustaban, se ha despedido ilegalmente a funcionarios que han tenido que ser reincorporados con el pago de miles de euros en daños morales, se ha expedientado a trabajadores cuya sanción ha sido tumbada por el juzgado e incluso se ha llegado a presionar a empresas (informativas) por trabajadores molestos… No olvidemos que la cosa no es nueva, pero eso significa que tampoco tan diferente.