Esta vez, vamos a hablar de pinzas. Ni de las del pelo, ni de las de tender la ropa, sino de lo que se denomina pinza política. Si buscamos el origen de este término, esa "pinza" se acuñó en la legislatura andaluza entre 1994 y 1996, cuando el PSOE se enfrentó en minoría al permanente bloqueo liderado entonces por IU y PP. Desde entonces, se ha convertido en una denominación imprescindible en muchos ayuntamientos gobernados en minoría. En Aranda, dado el perfil histórico de fragmentación política, la hemos vivido en varias ocasiones. La última, hace unos días, en julio de 2023. Estrenando un nuevo gobierno municipal, ha sido necesario menos de un mes para ver la primera pinza política que muchos ya pronosticábamos. Las pinzas políticas son algo así como los matrimonios sin amor, pero por conveniencia. O aquello de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Dos partes que no tienen nada que ver, pero sí un fin común.
Pues bien, eso es lo que sucedía en el pasado pleno municipal. Llegaba el último punto del orden del día, el reparto de puestos en los consorcios de Residuos Solidos y Ruta del Vino Ribera del Duero. Las miradas, las sonrisillas, la forma de presentar las propuestas dejaban entrever que Partido Popular y Partido Socialista habían orquestado un reparto de cromos. Suman diez votos, frente a los nueve del equipo de gobierno. Pareció aquello, a mi entender, una declaración de intenciones para indicar a “los nuevos” lo que les puede esperar en el futuro. La democracia es así, y la matemática también. Eso sí, es cuanto menos surrealista (incluso adquiere tintes de patetismo) el intentar vender esa hermandad por el bien de todos. Dos partidos “matándose” verbalmente a nivel nacional en una dura campaña electoral para las Generales, encuentran un oasis en Aranda para repartirse unos carguitos de nada. ¿Se habrán enterado Sánchez y Feijoo?
A todo eso, un Partido Socialista que estuvo los cuatro años anteriores con una oposición silenciosa, ahora se revuelve como un miura a las primeras del cambio con un gobierno más “débil’. Y un Partido Popular que ninguneó al máximo a los socialistas en sus doce años de gobierno, y en campaña electoral, ahora les ve la mejor opción para ir de la mano, con amistad y armonía, en la pinza política. Pronto empieza el juego. Desde luego, el equipo de gobierno no estuvo hábil al no abrir una negociación con algún partido de la oposición para asegurarse la mayoría y pactar los cargos. Tendrán que aprender de ésta (las minorías son así) y plantearse cambiar de táctica de cara al futuro, pero parece que los colmillos en el lado contrario están bastante afilados.
Paso al otro tema del momento, el de las medallas conmemorativas. Con la que está cayendo, y todas las bombas que están saltando y saltarán, quizás no sea un tema de magnitud suficiente como para convocar una consulta popular. A mi entender, debiera ser una decisión personal de cada edil. Elegir entre tener una medalla o ninguna. Si fuera mi caso, no me haría especial ilusión tener esa reliquia, creo que no la pediría, pero puedo llegar a entender que a alguien le haga ilusión guardar ese recuerdo. Lo que está claro es que con una es suficiente. ¿Para qué se quieren dos, tres, cuatro medallas (A 250 euros cada una)? Como chascarillo, recuerdo cuando hace años, una de esas medallas tan significativas y de tanto valor sentimental, se vendía en Ebay a un muy módico precio. Por aquel entonces, hace ya unos años, se convirtió en noticia. Ahora que lo pienso, también hay otra posibilidad que se puede poner sobre la mesa: quién quiera medalla, que se la pague. ¿Cuántas se pedirían?
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