El segundo confinamiento perimetral terminó pasando sin pena ni gloria para ceder el testigo al toque de queda marcado primero por la Junta y luego por el estado de alarma. Se fía largo hasta el 9 de mayo. Pero, más allá de la pandemia que viene focalizando todo en los últimos siete meses, en la vida municipal el centro de la polémica está ahora en una iluminación ornamental que se quiere poner en el río Duero para que luzca de un color rojizo. 60.500 euros con el argumento de que Aranda va a ser Ciudad Europea del Vino en 2021 y tiene que estar bonita para los visitantes. Con la que está cayendo, con una previsión de estado de alarma por encima de los seis meses, con un final de pandemia que no se ve, hay dos posibilidades. O nuestro Ayuntamiento vive en el más absoluto de los limbos y se niega a asumir la realidad, o ha perdido totalmente el rango de prioridades. Por lo menos, si tienen antojo de adornar el Duero, que digan que es para deleite de los arandinos porque, desde luego, hordas de turistas en 2021, seamos sinceros, no se pronostican. Y vamos a esperar, porque dentro de poco seremos testigos de cómo Aranda pide una prórroga para ser capital europea del vino en 2022. Probablemente con el argumento de que nos lo merecemos. Lema que ahora parece estar tan de moda. Nos merecemos, por su puesto, esa prórroga. Y ya puestos, también luces.
En realidad, no defiendo que haya que fulminar todos los proyectos que no vayan destinados a paliar los efectos económicos devastadores de la crisis sanitaria. Hay obras que también mueven la económica, mejoras en entornos urbanos y naturales, quizás algunas actividades culturales y otros proyectos de interés general… Deben y tienen que seguir adelante para que la ciudad continúe viva. Eso sí, primero y antes de nada, quienes nos gobiernan deben intentar salvar la honra siendo capaces de impulsar las ayudas y plantar cara a lo que están sufriendo muchas empresas y ciudadanos. Me dicen los comerciantes y hosteleros que desde el Ayuntamiento ya les han confirmado que no habrá Arandabonos antes de finales del año. Estaba cantado. No me sorprende. Aunque, la verdad, es penoso.
Respecto a los proyectos de las últimas semanas, no he llegado a entender el juego con la pista de patinaje. El pasado 15 de octubre se publicó en el Boletín Oficial el estudio de viabilidad económica de esta instalación navideña. El asunto tiene un periodo de exposición pública de un mes. Por lo tanto, hasta el 15 de noviembre, si es que no se presentan alegaciones y hay que resolverlas, o lo que sea. A partir de ahí, habría que aprobar un pliego para adjudicar un contrato de explotación de una pista de patinaje que, según ese estudio, tiene que estar abierta durante 32 días. Tendría que empezar a funcionar el 5 de diciembre, coincidiendo con el puente de la Constitución. Desde el 15 de noviembre al 5 de diciembre, no hay tiempo real para resolver ese proceso administrativo. En conclusión, ¿A qué viene que el Ayuntamiento anuncie que habrá pista? Lo primero porque no da tiempo y lo segundo porque la situación sanitaria lo hace prácticamente inviable. Supongo que la intención es esconder lo primero argumentando lo segundo, y quedar no sé si bien, mal o regular, ante unos ciudadanos que piden otras cosas.
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