La guerra política en toda la pirámide del poder, desde lo local a lo nacional, es algo a lo que el ciudadano está más que acostumbrado. Mucho menos habituados estamos a que tomen dimensión pública otro tipo de conflictos y batallas abiertas en el ámbito interno. Aquello que pasa en la trastienda. Algo que venía augurando en las últimas crónicas y que tuvo fiel reflejo la semana pasada en una rueda de prensa de la concejala de Personal. Directamente, puso sobre la mesa las trabas, las zancadillas y los palos en las ruedas que la secretaria General del Ayuntamiento le ha ido poniendo desde que cogiera la cartera más ingrata de todas las que se reparten en el poder municipal. Se la saltó a la torera a la hora de actuar e hizo como tantas veces esa labor de mandamás a la que venía estando acostumbrada por aquellos que la dejaron llenarse de poder. A sus espaldas, puso en marcha toda la maquinaria, dejando de lado el poder político y lanzando un órdago a la grande. Quizás por la acotación de su poder que plantea el gobierno municipal en un cambio de organigrama.
Algunos se echan las manos a la cabeza por esa comparecencia pública poniendo los puntos sobre las íes. Que no es políticamente correcto, que no se habla públicamente de los trabajadores… Sin embargo, en mi opinión, fue un acto de valentía. No ha sido la única munícipe que ha pasado por ello. Hemos visto en los últimos años más ejercicios de este calado, muchos… En esos casos, mayormente, han tragado con ello y han dejado crecer el problema hasta alcanzar estas dimensiones insospechadas. Algunos por comodidad, otros por miedo a represalias al estilo huelga de brazos caídos, hasta en algunos casos se han sumado al carro… Solo recuerdo otra ocasión, que no llegó a trascender, en que una ya exconcejala tuvo que ‘amenazar’ con mandarle a su abogado ante las dimensiones que cogían ciertos episodios. Lo que sí parece claro es que esta escenificación pública de la ruptura entre la cúpula política y funcionarial, va a tener más capítulos. Una vez llegados a estos niveles, es clamamente inocente pensar que la situación se puede reconducir.
Mientras tanto, seguiremos utilizando el dinero público recurriendo sentencias perdidas para alargarlas en el tiempo, para que nos cueste más dinero y más guerras entre unos y otros. Total, el futuro de la ciudad nos afecta a aquellos que vivimos aquí o a aquellos que piensan en volver…
Y por dejar ese tema de lado y acercarnos a asuntos más mundanos. Lo del puente de Bigar va para largo, de verdad. No se quiere entrar en plazo y eso significa que tenemos todavía una larga espera hasta que por allí se pueda volver a circular. Lo auguran ciertas informaciones como que los problemas estructurales son graves, o que la obra va a necesitar una abultada inversión, y por lo tanto una nueva contratación. Es uno de los temas de los que más se hablan en la calle, porque las obras suponen uno de los mayores ‘sufrimientos’ para el ciudadano. A pocos metros, en Los Jardines da la sensación de que hay poco movimiento de máquinas. El argumento es que se está trabajando en el subsuelo, mientras surgen otros debates como la ampliación de las aceras de Carrequemada en los primeros números, dejando solo un carril de salida. Algo que puede parecer lógico, aunque tal y como está la ciudad de levantada, no sea el momento idóneo, quizás. El siguiente debate será la peatonalización de San Gregorio. ¿Hacemos apuestas?
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