La última semana ha vuelto a poner en primera línea de información el tren Directo. Ha sido por varias razones que se han ido concatenando y, como ya estamos acostumbrados (casi anestesiados), no ha sido por buenas noticias. No ha habido sorpresas. Muchas veces, viendo la agonía de casi dos décadas, que se hizo más evidente y palpable desde 2011, me planteo la importancia que tiene para la sociedad en general esta situación de aislamiento, o si somos conscientes de ello.
De momento, me voy a centrar en las palabras del ministro de Transportes, Óscar Puente, que cifraba en 1.300 millones euros la revitalización de la línea del directo, sumando el rescate de la bateadora, la restauración del túnel, la rehabilitación de la línea y la electrificación. Una estimación que ha hecho que muchos, incluso en el ámbito político (en el Senado en concreto, donde se realizó la intervención), se hayan echado las manos a la cabeza, calificándola de descabellada. Sinceramente, creo que más que pensar que esa cifra es desmedida, lo que tenemos que defender es que nos la merecemos, y que queremos una línea que cumpla todas las garantías necesarias. Mejor eso, que una propinilla, que siga abocando al tren a transitar a diez kilómetros por hora en algunos tramos o al cierre del itinerario sur.
En el ámbito de la vida doméstica, esos miles de millones son una cifra desorbitada que se aleja de la imaginación de cualquier día a día. Hablando de infraestructuras, la verdad, no me parece tanto. Construir en España un kilómetro de Alta Velocidad, dicen los expertos, que cuesta entre 25 y 40 millones. Por lo tanto, cojamos calculadora porque en la mejor de los pronósticos se podría completar medio centenar de kilómetros con esos números. Pidamos (y queramos) esa inversión y también el retrato de los partidos. Aquellos que requieren en la oposición, mientras miraron a otro lado cuando estaban en el gobierno; y esos que ahora están en el ejecutivo echando en cara a los anteriores que no hicieran nada, como justificación para lavarse la conciencia y huir de su responsabilidad. Una implicación que tendrá que ser más evidente si, como todo apunta, se confirma que la línea queda fuera de la Red Transeuropea de Trasportes. Ahí se cierra el grifo de fondos y todo será capital patrio. Quizás, en ese caso, la región también podría mostrar un guiño de apoyo. No serán sus competencias, pero existen convenios y somos sus ciudadanos.
Y esto me sirve para enlazar con el siguiente asunto. Los presupuestos de la Junta de Castilla y León han dejado una de las mayores inversiones en los últimos años en la comarca de la Ribera del Duero (27 millones). Eso sí, las cifras vienen marcadas por los casi 17 millones de euros de la partida destinada al nuevo hospital comarcal. Llevamos casi dos décadas esperando esa infraestructura sanitaria y parece que, por fin, no hay marcha atrás. Demos gracias a sus Señorías por la deferencia que tanto nos ha costado obtener y crucemos los dedos para que el asunto coja velocidad crucero. Eso sí, de la circunvalación Este nada se sabe. Ya ni tan siquiera se contempla la partida irrisoria a la que estábamos acostumbrados para intentar maquillar cifras y calmar ánimos. El año pasado fueron 50.000 euros que nunca llegaron a ejecutarse. Este año, cero patatero. Es un claro mensaje de que tenemos que hacernos a la idea de que esa infraestructura ha pasado a la historia, y la Administración ha dado la espalda a una promesa realizada allá por 2005. Sólo se convirtió en realidad en la primera fase, la más barata, a principios de 2011. Desde entonces, trece años de excusas y, ahora, el silencio y el olvido. También tendrán que esperar en Roa para su ansiado centro de Salud. No se darán los primeros pasos a esa reivindicación histórica durante este 2024. Luces y sombras, sin duda, en el presupuesto regional que, más allá de propuestas y enmiendas de los partidos políticos, el gobierno cuenta con mayoría absoluta para sacarlos adelante. Algo que no se pueda extrapolar, de momento, a nivel local. Eso ya será otro capítulo.
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