Nos han comprado un carro. ¡Gracias! Es eso lo que parece que busca el equipo de gobierno, y especialmente la alcaldesa al sacar pecho por haber puesto un fondo común (a pachas) para "regalarnos" a los ciudadanos un recuerdo de lo que fueron nuestras raíces. Un carro antiguo, lleno de cestos de vendimia, similar a los que desde hace años lucen en algunas bodegas subterráneas como guiño a la cultura del vino.
Para que se vea bien tan insigne detalle con sus vecinos, se ha plantado en mitad de la plaza Mayor. Así, por el artículo 33. Al lado del plano de 1503, entre terrazas, casetas, cestos, andamios, manchones de grasa, pérgolas desaparecidas y demás… Todo apunta a que esa ubicación se ha elegido para que cada vez que pasemos por ahí y nos demos de bruces con el carro en cuestión, tomemos conciencia de lo generosos que han sido los que gobiernan con sus ‘súbditos'. Es algo así como que ha terminado el curso y hemos sido tan buenos, que merecemos un premio.
Dejando ya cualquier ironía aparte, el carro puede ser una seña de identidad de nuestro pasado vinculado al mundo del vino, también hasta puedo comprar el argumento de que está en buen estado de conservación… Pero ni es el lugar y, desde luego, una vez más, tampoco son las formas. No necesitamos gestos "altruistas" que salen de alguna calderilla pagada de los impuestos de todos, (coincidiendo ahora con una reciente subida de retribuciones). Necesitamos buenas gestiones convertidas en logros y en calidad de vida para los vecinos. Y mirar hacia adelante para buscar un modelo de ciudad en lo que a estética se refiera (además en muchos otros aspectos), donde el buen gusto esté presente, y no cualquier objeto a modo de impulso.
En cualquier caso, ahora en la lista de logros conseguidos, uno de los primeros puestos del ranking lo ocupará la adquisición del carro. Todo ello, dirán, que para embellecer la ciudad coincidiendo con la Ciudad Europea del Vino. Un adorno ahí, mientras, por ejemplo, se hace caso omiso a la imagen de bienvenida que se da a los turistas que llegan hasta Aranda. En esa rotonda de la zona Norte, la de la Glorieta doctor Costales, al lado de la plaza de toros. El musgo, los hierbajos y la perdida de color, dan la sensación de estar accediendo a una ciudad abandonada. En la entrada sur, las letras cutres vinieron para quedarse y luce el nombre de Aranda de Duero con una imagen de simpleza y desidia, de un quiero y no puedo. El resto de las rotondas: Avenida Orfeón, Estación Chelva y un sinfín más, se encuentran en estado primitivo (es hasta eufemístico). No hay cómo conducir por cualquier ciudad para darse cuenta que el tema de rotondas, como tantas otras cosas, no es lo nuestro. Más bien, no es lo de nuestro Ayuntamiento.
Con el carro han conseguido rellenar una de las 22 razones para visitar Aranda en 2022. Se nos han caído tantas que cualquier cosa vale a estas alturas. Eso sí, ahora que han entrado los presupuestos en vigor habrá que ver qué sucede con el tinte del río Duero con luces rojas de neón. Si han tirado la toalla (sería lo mejor), o siguen adelante y consiguen hacer el encendido antes del 31 de diciembre. Previo a esa fecha se supone que también pretenden tener lista una escultura conmemorativa de la Ciudad Europea del Vino que va a costar 100.000 euros, según aparece en la propuesta de remanentes. Nos queda un final de año repleto de emociones.
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