Empezaré con algo evidente e innegable. La limpieza urbana en Aranda deja mucho (muchísimo) que desear y el estado de los parque y jardines no anda demasiado lejos. Son contratos que no funcionan, ni han funcionado prácticamente en toda su historia. Los adjudicatarios no han cumplido, y el Ayuntamiento no ha hecho cumplir. Ahí no existe debate alguno y la verdad subyace ante los ojos de los ciudadanos.
En el caso del aseo urbano, en el último pleno salió a relucir que la empresa adjudicataria se estaba embolsando dinero público a mayores por temas de absentismo laboral, y que en la nueva continuidad fuera de contrato el Ayuntamiento pagará sólo por el trabajo realizado. Hay que retrotraerse en el tiempo para ver el origen de un contrato adjudicado en febrero de 2010, tras un amago de dejarlo desierto porque llegó a generar algunas dudas. Tras diez años de servicio, han venido dos de prórroga, varias continuidades de aquella manera, una nueva adjudicación, un recurso en el Tarcyl que lo tumbó, un nuevo pliego en ciernes, y la perpetuidad de un servicio obsoleto… Mientras tanto, más de lo de siempre y la casa sin barrer, tirando de símil.
Parece increíble que una empresa que no ha hecho bien las cosas marcadas en el contrato, se agarre a un clavo ardiendo para seguir con él a toda costa. Y, algo aún peor, ya se augura que el futuro pliego (que de momento es un mero borrador) podría ser de nuevo recurrido, con el riesgo de volvernos a meter en el bucle eterno. En este juego, tampoco se puede obviar la incapacidad manifiesta del Ayuntamiento para hacer cumplir las obligaciones de un contrato que cuesta más de tres millones de euros al año, a razón de 260.000 euros al mes, más las facturas a mayores. Sin duda, el descontrol del seguimiento del trabajo de las empresas adjudicatarias tiene una calificación de muy deficiente. Nunca ha existido y parece que tampoco se le espera. Dicho esto, de ahí a que la solución para ese contrato específico sea la remunicipalización, no parece creíble ni futurible (por lo menos, en lo inminente). Ni en ese caso, ni en el del servicio de parques y jardines que es el que primero se ha puesto sobre la mesa. Probablemente esas empresas (municipales) estén funcionando perfectamente en otras ciudades, pero con la estructura actual que tiene el Ayuntamiento en base administrativa y de personal, aquí no lo veo y quién lo defienda está tirando de una clara utopía. Para intentar correr una cortina de humo sobre la quimera, se crea una comisión. Decía Napoleón Bonaparte, o por los menos a él se le atribuye la frase: “si quieres que algo sea hecho, nombra un responsable. Si quieres que algo se demore eternamente, nombra una comisión”. Pues eso, se crea un órgano que se reúna para estudiar si es viable o no poder hacer empresa municipal. Sonaría más real y contundente si se empezaran con retos más modestos que un contrato de 1,4 millones y una treintena de trabajadores, algo que a última hora ha entrado en la terna. Si no fuera así, esto se asemeja más a echar balones fuera, como ya pasó hace años tras un acuerdo de pleno y unos informes que nunca llegaron. El asunto, además, como se ha sacado a relucir en alguna ocasión, tiene muchas más aristas y puestos “a dedo”, como el gerente de la nueva empresa y otros carguitos a repartir.
Y hablando del contrato que está en el punto de mira, el de parques y jardines, ha quedado muy en entredicho en los últimos tiempos, aunque se les excusa oficialmente por la lluviosa primavera. Recientemente, ha salido un bando municipal que, ante la proliferación de garrapatas, se recuerda a los propietarios de parcelas y solares la obligación de limpieza y desbroce. No está de más que se pregone con el ejemplo y se actúe también en algunas parcelas o zonas municipales que parecen la selva virgen.
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