Nos han tenido entretenidos reivindicando un nuevo hospital, mientras dejaban caer en picado el funcionamiento del Santos Reyes. Esa es la realidad. Nunca me he creído que la Junta fuera a construir un nuevo hospital, más viendo cómo se han ido desarrollando los acontecimientos. Primero se nos mareó con una ampliación del Santos Reyes y una complicada negociación con los vecinos de los edificios de San Juan de Dios, donde antes se situaba el parque de bomberos, y la única forma de crecimiento posible para el actual centro sanitario. Finalmente, se llegó a un acuerdo para el realojo en un edificio que construiría la Junta en la Quinta Julia. Prácticamente estaba todo ultimado, pero cuando se iba a firmar, allá por 2010, desde Valladolid dijeron que no, que mejor se optaba por un nuevo hospital a estrenar en 2020. Estamos a prácticamente a un año de esa fecha y no hay ni tan siquiera un concurso para adjudicar la redacción proyecto. El gobierno regional de todas estas promesas dejará la Junta en el mes mayo, sin sonrojarse por no cumplir su palabra, sin asumir responsabilidades, y los siguientes tendrán más fácil decir que eso no es cosa suya.
Mientras, el hospital de los Santos Reyes se viene abajo, se hunde, metafóricamente hablando. La perdida de profesionales no cesa y la situación es muy preocupante. Tan alarmante que, si no se soluciona rápido, la intención de la dirección del centro es externalizar el servicio de endoscopias, privatizar de forma encubierta como ya se ha hecho con las resonancias. El siguiente paso puede ser que las ecografías del segundo trimestre de embarazo o las intervenciones de suelo pélvico se tengan que remitir al Hospital Universitario de Burgos, porque el departamento de ginecología ya ha traslado a la dirección que no pueden abarcar todo el trabajo, al pasar de seis a cuatro profesionales. El servicio de oncología, uno de los más sensibles en la sociedad, cuenta ahora mismo solo con un facultativo, “algo que es inasumible”, según defiende cualquier profesional de la medicina. No hay dermatólogos, ni radiólogos, faltan pediatras, hay tres vacantes en un servicio de urgencias que ya venía con falta de efectivos, además de bajas de un digestivo, cardiólogo, oftalmólogo, internista, geriatra y traumatólogo… A todo esto, hay que unir los derechos adquiridos y lógicos que se nos han negado, cuando hace unos años se decidió cortar las guardias de otorrinos y oftalmólogos. Es tercermundista que en temas tan del día a día, se obligue a la gente a ponerse mala de ocho a tres y, si no es así, a Burgos o a hacerse un seguro privado. Y eso en Aranda, en los pueblos parece que uno solo puede enfermar el día que pasa consulta el médico de familia, si es que todavía cuenta con ese servicio.
Contabilizo, según fuentes internas del hospital, hasta 18 bajas en especialistas, las versiones oficiales hablan de ocho. No dicen la verdad, es su verdad a medias, se basan en la plantilla orgánica del hospital. Un documento obsoleto en cuanto a número de profesionales. La plantilla se ha ido incrementado ante las necesidades, pero sin actualizar el documento oficial. Una excusa que viene de perlas para maquillar las cifras. La solución milagrosa iba a llegar el 15 de noviembre, al finalizar el proceso de movilidad de los traslados. Ese día ya ha pasado, se anuncian incorporaciones, pocas, para el mes de enero, pero a la vez, el viernes pidieron la rescisión de contrato tres especialistas más. "Aquí no va a venir nadie” o “nos terminaremos yendo todos, hasta los que son de aquí o llevan años trabajando”, son las palabras de los profesionales del Santos Reyes que viven momento de presión, estrés y una gran carga de trabajo.
Casi 8.000 personas salimos a la calle el sábado a pedir la sanidad que nos merecemos, un éxito rotundo. La unidad ciudadana es fundamental para ganar la batalla, pero también, porque no decirlo, que el Ayuntamiento de una vez por todas se haga oír en la Junta, algo que de momento no ha querido o no sabido hacer.
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