Estamos tan abducidos por el confinamiento, tan impresionados por la pandemia, tan esperanzados con la desescalada, tan temerosos de la nueva normalidad, que parece sumamente lejano aquel 26 de mayo de 2019. Da la impresión de que estos doce meses se han hecho eternos, pero la realidad es que hoy se cumple un año de las elecciones municipales. Aquellas cuyo resultado no gustó a nadie, en el que la fuerza más votada terminó siendo la perdedora, porque no nos engañemos, solo se gana si se gobierna. Los triunfos morales en política no existen. Hay algunos pronósticos que se han cumplido, algunas sospechas que se han confirmado… Todo para completar un año que, de no ser por la pandemia de la covid-19 que hará que forme parte de la historia, hubiera pasado totalmente desapercibido. En la nada más absoluta.
La cosa comenzó con mal pie, con lo que VOX denunció como un engaño. Un papel firmado por la alcaldesa, Raquel González, para conseguir los votos en el pleno de investidura en el que se comprometía a otorgar a los dos ediles del partido de Santiago Abascal, las concejalías de Juventud y Cultura. El papel no es una leyenda, el papel existía y sigue existiendo. De poco, o más bien de nada, ha servido, porque a fecha de hoy esas responsabilidades ni están ni se las espera. Esa firma, y esos dos votos, hicieron que, por primera vez en democracia, un regidor enlazará tres mandatos seguidos que sumarán 12 años. Desde el primer momento, se palpaba el poco feeling entre el PP y Ciudadanos, aquel matrimonio sin amor del que habla Francisco Igea, ajustado desde Madrid. La química, durante este año, no ha surgido. Es así. Ciudadanos se ha subido en una maquinaria que llevaba funcionando ocho años, que chirría mucho y que no ha conseguido engrasar en absoluto.
Pero más allá de las fricciones de Gobierno, la mayor crisis de todos estos meses se la ha llevado el Partido Socialista. Los periodistas no tenemos bola de cristal, no somos adivinos, pero vivimos muy pegados a la actualidad y seguimos durante años el día a día político. Recuerdo que en la noche electoral y en las semanas posteriores hasta que se formó gobierno, tuvimos en Cope Aranda varias tertulias con las (pongo ‘las’ porque casualmente todas son mujeres) profesionales de la información que más conocen los entresijos municipales. En esas tertulias ya se pronosticó más o menos lo que ha pasado, que aquello iba a explotar, hay personas que parece que tienen un detonador constantemente en la mano. En lo que sí fallamos es a la hora de los plazos, nunca imaginamos que iba a ser tan rápido. Esa crisis que terminó con la dimisión en bloque de la ejecutiva socialista y el cese de Mar Alcalde como secretaria General, está todavía abierta. Cinco concejales por un lado y Alcalde y Sergio Ortega por otro; con órdagos en remanentes y una especie de ganas de protagonismo que no surte efecto. Pues a lo que voy, esa crisis socialista ha dado un balón de oxígeno al Partido Popular que se ha visto refrendado en el poder pase lo que pase, con o sin Ciudadanos, con apoyos o sin ellos.
Y en plena vorágine, llegó la tremenda crisis sanitaria de la covid-19 que ha llevado a que todo pase a un segundo plano, que nos ha hecho replantearnos las cosas, y anteponer las prioridades. Pero hoy se cumple un año de las elecciones y, como la tradición manda, hay que hacer balance. No ha habido grandes proyectos, no ha habido programaciones de éxito, no ha habido avances, probablemente no ha habido nada. Ni se adjudicaron cosas tan sencillas como la apertura de El Barriles, ni las obras del bar del parque de la Huerta, ni después de nueve años en el poder se logró abrir el albergue municipal. Las obras de la comisaría de policía local se paralizaron poco después de la foto electoral, los cambios de tráfico se impusieron desde el silencio, el proyecto de los jardines de Don Diego tampoco llegó esta vez... Se jugaron todas las cartas a la Ciudad Europea del Vino, se consiguió el reto, y por fuerza mayor el vino se les ha avinagrado. Hay un revalida, pero la incertidumbre no deja vislumbrar de qué manera podremos afrontar esa capitalidad en 2021.
Este es el balance, a grandes rasgos (podría escribir un libro), del primer año de mandato. Quedan tres. Ahora, lo más importante es que queda un futuro económico y social por delante incierto y muy duro. Esperemos que el Ayuntamiento sepa estar a la altura. Esperemos.
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