Convertir el edificio de los maestros (actual sede de la comisaría local) en un gran centro turístico y de recepción de visitantes. Ese es uno de los proyectos que, según anuncian a bombo y plantillo, va a presentar Aranda al reparto de fondos europeos. Estamos ahora en época de subasta de proyectos. No seré yo quien diga que le parece mal que se opte a esas ayudas, cuantas más inyecciones económicas se consigan mejor para todos. Lo que es peligroso es intentar vender que es una realidad antes de conseguirlo o no tener un plan B de solvencia si no se obtiene. No sería la primera vez, ni la segunda, ni...
Ese proyecto me ha hecho volver a pensar en los edificios municipales y el desbarajuste que existe al respecto. Y en esa forma de trabajar como a golpe de ocurrencia sin tener una hoja clara de ruta para llegar a algún sitio. Son como ideas que surgen cual islotes, se venden, y luego se olvidan. Ahora ese edificio se quiere convertir en un centro de turismo. Bien. Fenomenal. El primer paso será saber que, en el caso de que no lleguen las ayudas, si el Ayuntamiento tiene suficientes fondos propios para ponerlo en marcha. O, aún más complicado, si es una prioridad o solo una idea puntual (cuento de la lechera) que generará unos buenos titulares.
No puedo evitar, al hablar de centro de visitantes, echar la vista atrás y pensar en el penúltimo intento en ese sentido que acabó en un despropósito más. Era el año 2013, a nuestra actual regidora se le ocurrió la flamante idea de comprar una parte del solar de la Plaza de Santa María. Ese que luce un trampantojo con balcones y que sustenta un escudo blasonado protegido por Patrimonio. Asesorada por el entonces coordinador municipal de Las Edades del Hombre, y con 166.000 euros de las arcas municipales, compró un porcentaje de un proindiviso. En el centro de visitantes aquel, también alguien iba a poner un restaurante y todo iba a ser “fabuloso” (lo entrecomillo, porque así se dijo, textualmente). Llegaron Las Edades del Hombre y ahí no hubo un centro turístico ni de visitantes, solo unas lonas con balcones y genarios pintados. Han pasado casi diez años y ahí sigue el solar, donde el Ayuntamiento, y por ende los ciudadanos, tienen un porcentaje. Una porción de parcela que incluso se pretende vender, según rezan algunos carteles. El tiempo ha provocado que el tema quede en el olvido, pero sin duda todo funcionaría diferente si quienes se empecinaron en aquel imposible tuvieran que haber asumirlo el coste de sus bolsillos.
Ahora, vamos a por otro centro de visitantes. Ojalá el edificio sea una realidad (antes habrá que terminar la nueva comisaría), aunque un inmueble no es nada sin un contenido que le acompañe. En este caso los reclamos turísticos necesarios. Ofertas culturales, naturales, museos, buenas infraestructuras o hacer comarca… Aspectos a los que llevan dando la espalda muchos años. De espaldas, se ha vivido también a los ríos. Ahora tras una década de abandono, también se incluye la recuperación de las riberas en los fondos europeos.
Y ya que estamos con los edificios municipales. Recapitulemos algunos. La Casa de la Juventud se quedó vacía por el traslado de la Concejalía al Edificio del Molino y allí no se mueve nada. El albergue cerro hace más de una década sus puertas, sin novedad en el frente. Más de un año con el edificio de la Banca Pecho completado, pero sin traslado por un contrato pendiente para adjudicar la telefonía. Y otro edificio más, en este caso, pequeño, pero muy deseado, el quiosco de El Barriles. Con un parcheado bastante pobre, se ha sacado a concurso su gestión. Las ofertas se pueden presentar hasta el día 20 de junio. Por lo tanto, se perderá gran parte de las posibilidades de utilizar ese espacio en el buen tiempo de mayo y junio. De la Huerta, mejor no hablar. Desde el cierre de aquel local, hace más de cuatro años, la dejadez absoluta ha tomado esa zona. Y la dejadez llama a vandalismo, a botellón… Es lo que tenemos