El fuego me da verdadero pavor. Recuerdo que, en mi infancia, fui testigo en un pueblo de la Sierra de la Demanda, del incendio de un tractor rodeado de bidones de gasoil, que iban explotando según les rozaban las llamas. Nunca lo olvidaré, a pesar de ser tan pequeña y que no me tocará directamente ya que había ido simplemente de visita. Presencié, por una parte, la impotencia de alguien que lo pierde todo en un momento y, por otro, de la solidaridad de un pueblo que a través de una cadena humana comenzó a intentar sofocar las llamas a través de cubos de agua. Han pasado cuarenta años. Lo que no se ha borrado de la mente es el temor a las llamas y el absoluto respeto a aquellos que se juegan la vida apagando fuegos. Profesionalmente, o por ayudar en un momento límite, algo que hemos observado de forma reiterada en los incendios que han asolado nuestra comunidad y, el último, en nuestra comarca vecina.
Por ello, me sorprende con la sangre fría con la que los políticos se toman las carencias que existen en los cuerpos de extinción de incendios. Ni sienten, ni padecen. En todas las administraciones. De usar los montes devastados como fondo fotográfico, a no darse por aludidos por una actitud tan insolidaria como la que se ha visto en nuestro Ayuntamiento durante los últimos días. Los bomberos profesionales más cercanos al incendio del Valle del Arlanza y Sierra de la Demanda, son los de nuestra localidad. No, no acudieron, porque no contamos con medios suficientes para cubrir dos salidas. Si iban allí, Aranda se quedaba desprotegida. Ese argumento, choca frontalmente con el mantra que repiten diariamente desde el equipo de gobierno, ese de que tenemos garantizada la seguridad y los efectivos suficientes. (Una cosa u otra. Las dos a la vez son incompatibles).
A los incendios en la zona de Silos han acudido los voluntarios de Roa, de Huerta, de Santa María del Campo… Los profesionales de Burgos, de Miranda de Ebro… Mientras tanto, el parque de Aranda, a tan solo 42 kilómetros no tiene capacidad para ayudar. Por su parte, la Diputación de Burgos contempla impasible el incumplimiento del convenio firmado con el Ayuntamiento de Aranda, mientras mantiene ese silencio cómplice, el que suele dar el compartir colores políticos. Entre ellos, sí tienen solidaridad, empatía. Claro, para tapar sus vergüenzas. Luego, apelaremos a la solidaridad y a la ayuda (esperemos que no, crucemos todos los dedos y que recen aquellos que tengan fe) en el caso de que suframos un percance de gravedad (con todo el rostro). Desde luego, sí que hay que aplaudir la solidaridad y trabajo altruista de los voluntarios de Protección Civil, siempre al pie del cañon, y también de Cruz Roja.
Lo más grave es que ni siquiera con esta situación tan límite, nuestros gobernantes se han inmutado. Empieza a dar hasta ‘miedito’ pensar en las manos en las que estamos. No nos podemos permitir tener ocho bomberos, ni pagarlos, ni dotarlos de medios. A pesar de tener más de 10 millones de remanentes, al no saber ejecutar las inversiones. Son muy caros. Sin embargo, 58.000 euros de sueldo anual de la alcaldesa es barato, 1.300 euros al mes por ser concejal de gobierno es barato, 1.100 por ser concejal de la oposición también. Reformar una piscina con 3,6 millones de euros es una cosa de saldo o los 7.200 por la multa de los incumplimientos de seguridad en el Príncipe de Asturias, se calificaron como un gasto tan, tan… barato, que no se podía dejar de pagar, para continuar incumpliendo y volver a pagar más en breve.
La solución de bomberos llegará, nos dicen, con la restructuración de puestos de trabajo. Esa que se lleva prometiendo que está para ya mismo, desde hace cinco años. El último pronóstico, el mes de noviembre. Que nadie dé palmas que ni se cumplirá, ni mucho menos será la solución. Al igual que el PGOU, el último anuncio es tenerlo aprobado antes del 15 de agosto. Pongan el cronómetro.