Paula Mallo Martínez es una joven catalana, con sangre gallega y corazón burgalés, que en los últimos años vive entre Anguix y Aranda de Duero. Estos meses ha dado un salto a Bolivia para participar en un proyecto de voluntariado y con ella queremos hablar sobre su experiencia.
- ¿Qué estudiaste?
- Con el afán de dar voz a realidades que desde nuestra comodidad sentimos lejanas, me hice periodista. Tras hacer mis pinitos en diversos medios y gestionar la comunicación de varias empresas, siento que necesito, que quiero ir un paso más allá, y me matriculé en un máster de Cooperación Internacional al Desarrollo y Ayuda Humanitaria.
- ¿Por qué motivo elegiste esta formación?
- Siempre lo he sabido, mi vocación es ayudar a los demás. Pero como licenciada en periodismo, siempre me encasillan en el marco de la comunicación, siendo difícil encontrar un trabajo en el que poder trabajar mano a mano con las personas.
- Pero todo ha cambiado…
- Me topé con el programa “Voluntariado en cooperación al desarrollo de Castilla y León”, me inscribí y, para mi sorpresa, conseguí ser una de las afortunadas.
- ¿Dónde te ha llevado esa suerte?
- A Cochabamba, Bolivia, a través de Amycos, una ONG con sede central en Burgos, colaborando con su socio local Anawin, quienes trabajan en distintos proyectos con el objetivo de lograr que todas las personas, en especial quienes se están quedando atrás, tengan garantizada su participación y el ejercicio sin discriminación de sus derechos sociales, culturales, económicos, civiles y políticos para una vida digna.
- ¿Concretamente en qué proyecto trabajas?
- Estoy dando apoyo, sobre todo, en dos de sus proyectos. En el proyecto “Dotación de un sistema de abastecimiento de agua potable a la comunidad quechua de Duraznos, Mpio. Colomi, Dpto. Cochabamba”, donde mi tarea principal está consistiendo en realizar talleres para lograr la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer -objetivo intrínseco en todos y cada uno de los proyectos- de tal manera que las mujeres participen y sean tenidas en cuenta en el Comité de Agua Potable, grupo que se encarga del mantenimiento y la administración del sistema de agua potable.
Por otro lado, en el proyecto “Contribuir al alcance del Derecho Humano a un nivel de vida adecuado y medios de subsistencia de familias campesinas quechuas de Lachiraya con la diversificación agrícola hacia la producción y comercialización frutícola de chirimoyas y aguacates”, donde, junto al resto del equipo, hacemos capacitaciones, visitamos los terrenos de cultivo de los productores y productoras de la comunidad y preseleccionamos las mejores variedades con el objetivo de la mejora de la economía de estas familias.
- ¿Cuál es la realidad que existe allí?
- Bolivia es un país en vías de desarrollo y se encuentra entre los países que más crecimiento económico han tenido en la región sudamericana en la última década. En cuanto a lo que yo he podido observar y conocer, existe una brecha social entre la ciudad y el ámbito rural. En relación a la educación, aunque los datos indican que el 95% de la población está alfabetizada, los estudiantes tienen dificultad de lectura, escritura y comprensión. Además, en algunos casos faltan a la escuela por necesidad de trabajar. Y la inexistencia de oferta educativa pertinente -escuelas con secundaria- también es motivo de inasistencia…
También se aprecia la falta de acceso a agua potable y saneamiento básico, un consumo de alimentos no sostenible ni saludable, dificultad organizativa y una gran desigualdad de género, entre otros. Por eso es tan importante el apoyo de ONG como Amycos y Anawin, que buscan que sus proyectos sean sostenibles en el tiempo por parte de la comunidad evitando así una relación de dependencia.
- ¿Cómo lo estás viviendo tú?
- Está siendo una montaña rusa de emociones. Llegas muy ilusionada, con ganas de dar el 200% y queriendo aportar lo máximo, con la idea de poder cambiar algo. Pero realmente lo que se tiene que hacer y lo más importante es escuchar y acompañar, simplemente. Algo que parece sencillo pero que, cuando te encuentras con una realidad tan compleja, se vuelve complicado.
Los proyectos de cooperación al desarrollo conllevan tiempo y, por lo tanto, paciencia. Las cosas ni se pueden ni se deben cambiar de un día para otro. Hay que estar muy predispuesta a comprender y aceptar su forma de vida y buscar entonces esos caminos que les permitirán, sin sentirse atacados ni menospreciados, mejorarla. Y mejorarla de forma autónoma.
Aquí es cuando te invade la impotencia y la nostalgia, porque yo me voy y ellos se quedan. Pero con la tranquilidad de que estas comunidades indígenas tienen un equipo detrás -tanto Amycos como Anawin- que dedican su vida a trabajar porque tengan una vida digna.
- ¿Estás dispuesta a continuar realizando voluntariado?
El voluntariado siempre será para mí una forma de vida.
- Formas parte del programa “Voluntariado en cooperación al desarrollo de Castilla y León”. ¿En qué consiste?
El programa “Voluntariado en cooperación al desarrollo de Castilla y León”, financiado por la Junta de Castilla y León y puesto en marcha por la Coordinadora de Organizaciones de Desarrollo de Castilla y León (COODECYL), pretende fomentar el valor de la solidaridad entre la población castellano y leonesa así como propiciar su sensibilización a través de la participación en proyectos de cooperación al desarrollo.
El objetivo del programa es el de avanzar en la sensibilización de la sociedad a través de una experiencia de ayuda y cooperación en terreno, centrada en diversos ámbitos relacionados con sanidad, mujer, infancia, mayores, medio ambiente, alimentación, formación o desarrollo económico sostenible.
- ¿Cualquier persona puede participar en este programa o se necesita algún tipo de requisitos?
- Los únicos requisitos para participar en este programa son haber nacido en algún municipio de Castilla y León o llevar dos o más años empadronado en algún municipio de la comunidad. Además de, por supuesto, tener inquietud y vocación de trabajo en comunidades de países empobrecidos.
- Los voluntarios aportan mucho al lugar al que van a trabajar, pero, ¿qué te aporta a ti?
- Está siendo un aprendizaje constante. Conocer otras realidades siempre aporta en positivo. Desaprendes ideas preconcebidas, abres la mente y te vuelves más sensible con el mundo que te rodea.
- ¿Hacia dónde va encaminado tu futuro profesional?
- Mi objetivo es seguir formándome y aprendiendo para en un futuro, espero que no muy lejano, poder dedicarme al mundo de lo social. Que mi profesión aporte y ayude, por poco que sea, a los demás.
- Acerquémonos a la Ribera del Duero. ¿Qué motivos te llevaron a convertirte en una ribereña?
- Anguix es el pueblo de mis eternos veranos, de primeras veces, de cicatrices de la niñez, de mi primer amor, de añorados reencuentros y nuevas “cuentas atrás”.
Aquí nacieron y se enamoraron mis abuelos quienes, como tantos otros, emigraron de jóvenes en busca de trabajo. En su caso, a mi querida Barcelona, ciudad donde se conocieron mis padres -mi padre natural de un pueblito de Galicia- y donde hemos vivido hasta hace aproximadamente 8 años, cuando decidimos cambiar de aires: nos mudamos, y yo me inscribí en el Grado de Periodismo en la Universidad de Valladolid.
Lo mío, en principio, era temporal. La idea era terminar la carrera y regresar, pero hay algo -o muchos algos- que me impide marchar. Será que la niña de los eternos veranos es feliz aquí...