Laberintos

Entre las eternas obras, sus consecuencias y futuros

08/10/2024 6:00 | SUSANA GUTIÉRREZ

Si hay algo que en Aranda nos ha quedado claro en decenas de ejemplos, es aquello de que las obras las carga el diablo. Uno sabe cuándo empiezan, pero el momento en el que terminarán y, sobre todo, de qué manera lo harán, se asemeja más a una película de suspense que a una visión certera. Hace unos días, alguien vinculado al servicio de emergencias sanitarias (conocedor en primera persona del problema y sus consecuencias) me mostraba su hartazgo e impotencia por el gran número de percances en forma de caída que se han tenido que atender (y se atienden todavía) en el proceso de obras de remodelación integral de los Jardines de Don Diego.

Unos trabajos que se están eternizado en un larguísimo proceso que va para el año y medio, tiempo en el que ese lugar, en muchos momentos, se ha convertido en una especie de laberinto lleno de obstáculos y pruebas a superar, a base de vallas, tableros y demás familia.  Situación que se torna más ‘peligrosa’ en una zona en la que residen una gran cantidad de personas mayores. Es habitual echar balones fuera diciendo que hay que tener paciencia, cumplir la señalización, y caminar con cautela. También es ‘normal’ culpar (y culpa tienen, evidentemente) a las adjudicatarias de esta y de otras obras, pero también el Ayuntamiento está para que se cumpla la normativa, garantizar la accesibilidad y seguridad, o para tomar medidas si en algún momento eso no sucede. Es verdad que el proyecto es consecuencia de una herencia envenenada, pero no queda otra que asumirlo y ejecutarlo. Me resulta extraño que no se tome una mayor conciencia de la importancia de actuar con más mimo en esto temas, porque realmente son los que terminan calando en una sociedad hastiada que denuncia reiteradamente esta situación en foros y charlas. El asunto va  más allá de las obras y se extiende a la situación de muchas calles y aceras, aludiendo a tablas, socavones, rebajes y barreras… Desde luego, es un tema (el de la generalidad) que no ha irrumpido de la noche a la mañana, que viene de atrás, pero en algún momento se tiene que empezar a poner solución.

En lo que se refiere a cómo quedarán las obras, todavía habrá que esperar hasta noviembre, dicen. Aunque lo cierto es que estamos a 23 días de la llegada de ese momento y la cosa pinta bastante verde. Muchos seguimos sin entender la estrechez de la carretera de doble sentido en lo que era la travesía de la antigua Nacional-1. Está de moda (se supone que lo marcarán los expertos), se repite en todas y cada una de las remodelaciones, pero a primera vista no parece lo más idóneo para la seguridad viaria. A la hora de ganar espacio para el peatón, quizás, había sido mejor optar por eliminar la vía que da salida a Sol de las Moreras. Algo que parece vislumbrarse en el horizonte de futuro (según se comenta). En ese horizonte seguirá surcando la falta de compensación de la supresión de plazas de aparcamiento, que acumula perdidas sin repuesta obra tras obra, y por lo que claman los comerciantes. En cuanto a la imagen de la nueva plaza, la permanencia del monumento en forma de fuente seguirá dando un toque ‘vintage’ a la superficie. Para gustos colores, pero su ubicación no termina de convencer. Habrá que esperar, crucemos los dedos para que sea lo menos posible.