Como en todo buen culebrón, la trama se está complicando en el tema del momento en Aranda. Lo tiene todo para ir sumando capítulos en un thriller con tinte de drama, e incluso algunos giros de baja comedia. El jueves pasado, a golpe de comunicado, el Partido Popular anunciaba que echaba a la presidente de la Arandina del grupo municipal en el Ayuntamiento. Cinco días después, Virginia Martínez sigue siendo edil de esa formación política y alardea de codearse con las altas esferas. La presidenta del partido y exalcaldesa, Raquel González, y la portavoz municipal, Cristina Valderas, se apresuraron en demasía en una estrategia para lavar una maltrecha imagen, tras lo vivido el lunes pasado en la asamblea de la Arandina. Todo ello, se supone, que marcado por la protesta multitudinaria (en la que había varios cargos públicos del PP en la Ribera del Duero); porque al asunto de las presuntas tretas y las cuentas que no cuadran, llevan haciendo oídos sordos y mirando hacia otro lado desde hace año y medio. Ellos, tirando de eufemismo, lo llaman “ponerse de perfil”, pero en realidad han sido cómplices silenciosos. Incluso en algunos momentos no tan silenciosos, al utilizar esa mezcla entre futbol y política para hacer campaña y promoción. Recordemos aquellos protagonismos en el palco en los compases previos a las elecciones o incluso en el partido del Real Madrid el pasado mes de enero
Lo dicho, con el ímpetu de la supervivencia, se precipitaron al lanzar el comunicado porque hasta en los partidos políticos se tienen que cumplimentar ciertos tramites que llevan unos tiempos, para aparentar esa vertiente democrática. Es necesario incoar un expediente disciplinario por algún incumplimiento del reglamento del Partido y acudir al Comité Regional de Derechos y Garantías. El argumento, probablemente, será la denuncia admitida a trámite por una presunta administración desleal de la directiva de la Arandina. Aunque, de momento, hay que dar tiempo para comprobar si la jueza abre diligencias y pasa a ser investigada (sería un detonante) o, por el contrario, se archiva. Otro buen argumento, podría ser su incompatibilidad, pero eso llega tarde y con daños colaterales. Era algo que ya se sabía cuando la entonces candidata la colocó de dos en su lista electoral sin el compromiso de la renuncia a la presidencia. Y, para más inri, cuando hace unos meses la portavoz tragó con que no pudiera votar el presupuesto 2024 (por esa incompatibilidad). En ese instante, su voto no era definitivo (no es excusa), ahora puede que sí.
Y a todo esto, la presidenta y concejala ha aprovechado su fin de semana para hacerse una foto en el palco del Bernabéu con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Diaz Ayuso, para publicarla en todas sus redes sociales dando una bofetada sin manos a sus todavía compañeros. Para cumplimentar sus méritos clamando por un indulto que parece improbable, también ha emitido una nota de prensa diciendo que la culpa de todo la tienen otros. En este caso, su enemigo político (y el del PP): Sentir Aranda. Exige que paguen al club los 190.000 euros del contrato de patrocinio suscrito para el partido del Real Madrid. Quizás, habría que recordar que esa cantidad económica no pertenece a ningún partido político concreto, sino a los bolsillos de todos los ciudadanos y sus impuestos. Tendrán que ser lo servicios jurídicos, económicos y de intervención, quienes determinen si todo está correcto, en facturas, firmas y demás familia. En cualquier caso, se puede presuponer que es al equipo de gobierno al que más le interese que la presidenta de la Arandina continue en el Ayuntamiento, ya sea en el grupo municipal del PP o en los No Adscritos. Su incompatibilidad para votar el presupuesto puede ser un arma definitiva para sacar las cifras municipales con el concejal tránsfuga (ex PSOE), tirando del voto de calidad del alcalde (la matemática es así).
De momento, todo apunta a que el PP está poniendo en marcha toda su artillería pesada (de presiones y promesas) para que la presidenta abandone el acta de concejala, algo que no suele ocurrir ya que todos se ‘encariñan’ con el sillón. A estas alturas, anunciar una expulsión a bombo y platillo y no ejecutarla, sonaría a chiste y supondría un lastre a la imagen de los artífices. Esperemos al siguiente capítulo.