Cuando el pasado jueves se nos avanzaron algunos detalles referentes al presupuesto 2025, en mitad del discurso, vislumbré que de nuevo vamos a vernos metidos en un bucle similar al de hace unos meses. Vuelve una nueva entrega de ‘El Día de la Marmota’, cuya filosofía de repetición y repetición, irrumpe en la actualidad mucho más de lo deseado. Otra vez, el presupuesto más alto de la historia, los fondos europeos, las horas extra, las subvenciones… Hasta ahí todo correcto. La vuelta de tuerca llega ante la palabra que más se ha escuchado en lo que va de mandato. Ojo, por unos y por otros. Por los que quieren y por los que no quieren (ahora). Incluso por los que escribimos o hablamos en medios de comunicación. Porque el tema, no nos vamos a engañar, da juego (y mucho). Por su impopularidad y por lo mal que se han jugado las cartas. Tanto en el momento actual, como en los mandatos anteriores, cuando por mucho que ahora lo quieran obviar, se intentó también por activa, pasiva y perifrástica. Hay gente incluso ya fuera del Ayuntamiento que sigue soñando con que lo consigue. Me refiero a la palabra liberación, o en su otra versión, la dedicación exclusiva. El presupuesto mantiene las cuatro liberaciones que generaron tanto debate, desgaste, críticas e incluso tangana en la negociación del presupuesto 2024. Retornan de nuevo al borrador, sin un acuerdo previo, y sin variación alguna con respecto a la propuesta inicial. Se habló de crear una mesa para llegar a una solución global entre los grupos políticos, pero eso (como todos sabíamos) no fue más que una especie de paripé. Realmente, en la oposición no se atreven a poner sus cartas sobre la mesa, y son conocedores del desgaste que ha supuesto a quienes gobiernan y el que puede llegar a suponer a mayores. Y mientras tanto, el gobierno ha optado por seguir con lo mismo para volver a medir sus fuerzas (la primera batalla la perdieron). Sin reducir o replantearse esa cifra abultada que, quizás, no muestra un equilibrio real y donde se intuyen matices que circunscriben a un pacto de gobierno entre diversas formaciones políticas (que hay que cumplir). El borrador, además, incluye los tres puestos de libre designación para comunicación, presupuestos y Agenda 2030 (o similar).
Es verdad que, en estos últimos meses, las fichas del tablero han cambiado en un aspecto: la oposición ha perdido un voto. El edil que abandonó el barco socialista parece encantado de apoyar el futuro presupuesto. Ahora, todas las miradas se focalizan en la concejala (no expulsada) del PP y esa posible incompatibilidad como presidenta de la Arandina, que no le permitiría votar el por la subvención que recibe el club. Con eso serían diez contra diez, y valdría el voto de calidad del alcalde para sacarlos adelante. Antes, habrá que saber si es presidenta, no lo es, resolviendo el chapucero jeroglífico que han montado. A ello, se suma otro ingrediente de última hora, su periplo como investigada por una presunta administración desleal, falsedad documental y estafa (entre otras cosas), tras la denuncia presentada por la Unión Arandina.
Algunos dicen que las matemáticas no engañan. Puede ser, pero está claro que tiene muchos y enrevesados matices. Las liberaciones, además de consignarlas económicamente en el presupuesto, parece que se tienen que ratificar en un pleno en el que no habría incompatibilidad. Y otro factor, que remata el bucle infinito y en el que ya se mascó el drama, cómo se tramitan las enmiendas de la oposición, y si es obligatorio incluirlas (o no). De momento, lo que aventuro es que ese pronóstico de que las cifras para 2025 estarán aprobados en enero o febrero de forma definitiva, no se va a cumplir. Aquí dejo la apuesta.