El monigote

Plenos que se convierten en performance

01/07/2025 6:00 | SUSANA GUTIÉRREZ

La Institución está por los suelos. Esa es, sin duda, a la conclusión que se llega tras vivir un pleno como el del pasado jueves. No es de extrañar que no hubiera ni tan siquiera público, ya que mejor librarse de tal espectáculo, siempre y cuando no sea de obligado cumplimiento. También, quizá, afecte que aquellos ciudadanos que se acercan a plantear sus cuestiones obtienen escasos resultados palpables, además de tener que esperar pacientemente a que la ‘performance’ mensual se dé por finalizada. La verdad es que a ese espectáculo de bajas miras prácticamente contribuyen el global de los presentes (salvo raras excepciones), entre interrupciones, llamadas al orden, y esa sensación de que todos quieren hacerse los damnificados. Como un camarote.

Es significativo y realmente triste para el desarrollo de la ciudad que las bobadas más absolutas, los aspectos más irrisorios, tomen protagonismo y se defiendan a ultranza, frente a aquellos temas que importan a la ciudadanía, que nos pueden hacer a todos más fácil el día a día. Ahí, de forma habitual, se escurre el bulto y desaparece cualquier autocrítica para desviar el tiro hacia lo superfluo, banal y superficial.

Vamos al tema del ‘muñequito’ que se ha hecho casi ya famoso en los últimos días. Llevan meses contando desde la bancada socialista que el concejal de Medio Ambiente se acompaña de un pequeño títere bastante poco agraciado y que lo dirige hacia los compañeros de la oposición que toman la palabra. Y que eso les da yuyu. El primer error, seguramente, esté en dar importancia a tan 'terrible' adorno, y sembrar la autosuperstición. El segundo fallo, está en verbalizar tal paranoia, en un momento de agobio (según detalló la concejala socialista). Esos aspectos parecen evidentes y se tenían que haber evitado, pero no es menos obvio que la respuesta del propietario del monigote tampoco estuvo a la altura (para qué salir del bucle). Con cierta (o mucha) sorna, detalló que lo lleva porque le gusta, porque le desestresa, porque le da suerte, y porque lo compró para aportar fondos para el control de las colonias callejeras felinas. Lo confieso, el espectáculo me dio bochorno (supongo que como a muchos de los presentes). Y es que, aunque una esté acostumbrada al ‘circo’ político, la decadencia a veces no deja de sorprender (y no para bien).

Da la impresión de que, en muchas ocasiones, los munícipes pierden la noción de dónde están y a quienes representan, el valor y el significado de la Institución, más allá de sueldos. Es sorprendente que se agote un ruego o pregunta de fiscalización con ese tema. Tan llamativo como que esa contestación sobre el muñequito (de las narices) sea más extensa, con más detalle y con mayor preocupación, que aquellas que atañen a temas importantes. Cuesta digerir que un muñeco se convierta en bandera de una concejalía que no hace el mismo caso a los ciudadanos (y ediles) que denuncian que las zonas verdes están desmadradas, pretendiendo normalizar esos aspectos y hasta la presencia de culebras (que es algo buenísimo). O que la ciudad está todo menos limpia, con unos trabajadores del servicio de aseo urbano que se encuentran en unas condiciones laborales muy delicadas, y que han estado (y están) al borde de la huelga. Con un contrato obsoleto de hace 15 años, y uno que está ya en el horizonte con el que sospechan que poco pueden mejorar sus condiciones labores. En lo bueno, si ha plantado 500 nuevos árboles, desde luego hay que aplaudirle, porque bienvenidos sean, además de necesarios. Esos y unos cuantos más.