Se aproxima el cambio de hora. Ya estamos comentando que la semana que viene será de noche más pronto y que este hecho no nos gusta nada. La verdad que este año con el buen tiempo no lo estamos pasando mal, pero ahora la noche se nos echará encima hacia las seis de la tarde. Por un lado, nos cuesta aceptar este hecho, pero por otro, comienza otra época del año diferente y no por ello peor. Tenemos la suerte de vivir en un país con cuatro estaciones, en la que vemos cambiar la naturaleza a nuestro alrededor. Este hecho hace que cambiemos las rutinas a lo largo del año y realicemos diferentes actividades según la época del año. Cambiamos la forma de vestir, cambiamos de costumbres en casa e incluso cambiamos la manera de alimentarnos. ¿Qué pasaría si siempre fuera igual? ¿Y si no cambiaríamos tanto? Seguro que tampoco nos gustaría. Aunque este cambio no nos guste tanto, porque nos lleva al invierno, tampoco está mal.
En otoño la naturaleza está más bella que nunca con sus tonos ocres, rojizos y amarillos. En casa todo huele a dulce de mermelada y de carne de membrillo. Además a todos nos apetece comenzar con las actividades del nuevo curso. Los comienzos gustan, conocer gente nueva o realizar una nueva actividad en la que nos hemos aventurado. La verdad ,creo que realmente este es un comienzo de año, más que el que comienza en enero. La mayoría de las actividades de las que disfrutamos en nuestro tiempo de ocio son de octubre a junio. Y en verano nos permitimos un parón antes de pasar de nivel o cambiar de tercio a otra actividad diferente.
Estamos en un momento de comienzos, de reencuentros, de aprendizaje, de organización de horarios y planteamiento de nuevos proyectos. En realidad es un renacer a la vida. Cuando surgen cosas durante el verano, siempre las posponemos a después, para otoño. Hacemos como las hormigas, que estos días formar sus nuevos hormigueros para pasar el invierno.
Está claro que el cambio de hora nos afecta también, pero son muchos más los cambios que hacemos por la estación. Las horas de luz disminuyen en esta época y eso nos hace tener el animo más decaído. Las personas necesitamos la luz porque nos genera energía, nos anima. Por otro lado, la luz orienta a nuestros ritmos circadianos para despertarnos y acostarnos. Lo natural sería acompasarnos a la luz natural, es decir, levantarnos cuando sale el sol e irnos a dormir cuando se pone. Si nos damos cuenta, hacia la hora del ocaso, nos suele entrar sueño, pero no tenemos costumbre en este país de acostarnos tan pronto. De hecho, somos de los países más trasnochadores. Esto no nos beneficia, al revés nos agota y estresa más. Deberíamos escuchar más a la naturaleza y vivir acompasados a ella.
Si bien, es cierto que en esta época cenamos antes y nos recogemos antes en casa, pero la hora de acostarse sigue siendo muy tardía. Sin embargo nos levantamos temprano, lo cual quiere decir que no descansamos lo suficiente y por eso el cambio de hora nos agota. Este fin de semana disfrutaremos de una hora más y no nos daremos ni cuenta, muchos aprovecharán para salir más tiempo, otros para estar más en la cama, otros para cambiar todos los relojes de hora y perder el tiempo en quejarse de que será de noche antes.
Como cada época del año tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, como todo en esta vida, intentemos disfrutarlo.
En vez de quejarnos de este cambio de hora, aprovechemos el tiempo que se nos brinda para observar la naturaleza, realizar tareas y actividades más de interior, cogerle cariño a las tardes de mantita y sofá, reencontrarnos con nuestros compañeros de aficiones, aprender cosas nuevas, visitar exposiciones, asistir a charlas, ir al cine y por supuesto abrigarnos un poco y seguir disfrutando del exterior tan bonito del otoño.