La Organización Mundial de la Salud ya le ha buscado un nombre a esa sensación de agotamiento, de indefensión y preocupación que estamos sufriendo en esta segunda oleada.
Ahora sí, estamos al límite de nuestras emociones. Volvemos a entrar en la zona roja del miedo. Y cada uno experimenta el miedo a lo que más teme. Sobre todo al contagio o a la muerte propia, al igual que si es la de un ser querido. Pero también aparecen otros miedos derivados de toda esta situación: miedo a perder el trabajo, miedo a que la empresa quiebre, miedo a tener problemas económicos, miedo a la incertidumbre, miedo a un nuevo confinamiento en casa, y finalmente, miedo a toda esta situación. Algunos no lo viven como miedo, con estas palabras. Sin embargo, estas personas, están experimentando toda una serie de cambios fisiológicos de los que son conscientes, o a veces no. Sienten malestar, bajo estado de ánimo, desilusión, agotamiento, estrés, insomnio, o despertares frecuentes durante la noche. Otros sienten tristeza por no poder abrazar y sentir a sus familiares o amigos cerca y por la falta de contacto con nuestro entorno. Esto provoca que uno esté irascible, frustrado y se enfade con facilidad, además, todo le parece a uno negativo a su alrededor. Otros síntomas son la apatía, la desmotivación y, en definitiva, un fuerte agotamiento mental.
Los expertos recomiendan ver las noticias lo justo, evitando que el covid sea el tema principal en nuestros hogares. Hay que seguir cultivando nuestras relaciones sociales, aunque no sea de una manera presencial.
Es importante cuidar el estado físico, salir al aire libre y hacer ejercicio, cada uno, el que más se adapte a sus circunstancias. También podemos intentar mantener la atención en el presente, evitando anticipar lo que está por venir, porque es lo que puede generar mucha ansiedad.
Por otro lado, el estar absorto en estos miedos y preocupaciones, nos hace más vulnerables a bajar la guardia y olvidar algunas medidas de protección que nos hacen estar más expuestos al contagio. Y nuestro sistema inmunitario se verá más debilitado porque la ansiedad genera cortisol. Esta hormona, al invadir nuestro organismo daña todos nuestros órganos, dejándolos más débiles ante cualquier enfermedad.
Por lo tanto, hay que buscar la manera de contrarrestar este estado de fatiga y emociones negativas, con emociones positivas y que generen endorfinas en nuestra mente. Al igual que con ejercicio físico, como ya he indicado, otra manera de conseguir endorfinas, es con los abrazos. Está claro que ahora abrazar está prohibido, pero con los de casa no. Así que habrá que practicar mucho la abrazoterapia y besoterapia con nuestros convivientes, que con todo lo que les queremos, a veces parece que hay un abismo entre nosotros. Hay que acercarse más que nunca, consolarse, protegerse. Los abrazos nos reconfortan más que nada, porque nos sentimos protegidos, pero es que además, a nivel neuroquímico son muy beneficiosos. Alguno que viva solo, puede abrazarse a sí mismo, si, sí no es ninguna tontería, a una foto, a un peluche o cualquier otro objeto significativo.
Otra manera de buscar esa fuente de endorfinas, que hagan subir nuestro ánimo, es practicar la risoterapia. La risa produce muchos beneficios a nivel mental y emocional. Por eso es muy importante reírse cada día y sobre todo generar un buen sentido del humor. No se trata que de todo este tema hagamos un chiste, que sí los hay. Siempre de todas las desgracias alguien saca memes. Pero esto no le hace gracia a todo el mundo. Así que hay que buscar otras maneras para cambiar nuestro estado de ánimo. Por ejemplo, ver en la tele, en vez de tantas cosas serias, algo que nos saque una sonrisa. Hay muchas series de risa, monólogos, dibujos animados e incluso programas de entretenimiento, que nos mantienen atentos a otras cosas, durante un espacio de tiempo. Además, todos podemos recordar anécdotas graciosas de esta situación, o de la vida en general, que se están dando y merece la pena mencionarlas. O simplemente, buscar algo gracioso que contar al de al lado, para cambiar la perspectiva del momento.
Finalmente, confiar, confiar en que todo esto pasará, sí ya se hace largo, pero queda menos. Está claro que es una vivencia nunca antes experimentada por nosotros, y que nos hace aprender ante la vida. En vez de quedarnos en la sinrazón de todo lo que ocurre, quedémonos con lo bueno que esta situación saca de nosotros. Siempre los períodos críticos son oportunidad de crecimiento. Y si noto, que estoy estancado, que me sigo sintiendo mal y no veo la claridad de lo que sucede, quizás necesite ayuda profesional. Un buen psicólogo me hará descubrir esas posibilidades que ante nosotros se abren para desarrollarnos a nivel personal. En vez de boicotearnos a nosotros mismos con más dolor y sufrimiento. Busquemos cada uno la ayuda en nuestro caso particular, para avanzar en estos meses hacia adelante. Sin lamentarnos de lo que era, sino alegrándonos por lo que todo esto será. Somos testigos de algo nuevo que está por llegar, está claro que esto nos ha cambiado la vida a unos más que a otros y ahora hay que aprender a vivir de otros modos y maneras. Y sobre todo, tenemos mucho que desaprender, que es lo que más cuesta. Empecemos por crear nuevos canales de satisfacción personal, para generar el optimismo que ahora necesitamos más que nunca.